Enxertos, tigres y advertencia

Leí Enxertos, el último poemario de mi maestra Dores Tembrás. El epíteto no es baladí. No todos somos exploradores innatos, pocos pueden aventurarse, en solitario, por un territorio tan vasto como la literatura y salir de allí con las gemas, que uno mismo ha pulido durante el viaje, que ofrecerá a los demás. La mayoría necesitamos guías, sherpas, Malitzins, que nos eduquen en la comprensión del continente; que nos den el espaldarazo necesario asegurando que estamos listos para escalar la siguiente cumbre. Eso es un maestro. Además, uno aprende a leer varias veces en la vida: Primero se interpretan símbolos, luego palabras, párrafos, ideas, percepciones, imágenes, conceptos y la belleza. Con Dores desarrollé mis postreros estadios de la lectoescritura.

Dores Tembrás

Dores Tembrás (fuente)


Enxertos es un poemario que nos invita a una intimidad construida milimétricamente con la palabra exacta. No hay sílaba en falso. Yo me sentí un invitado voyeur en dicha intimidad. Vibraba con la emoción del texto, tan contenida, que desborda. Pero es una emoción de la que me siento ajeno, o de la que me he enajenado conscientemente, debido a que el vínculo familiar íntimo me angustia por la vulnerabilidad que exige. Aunque en mi travesía poética he aprendido a soltar anclajes porque navegar es abrirse, y al menos ambos contienen el mismo terror.

Tuve un familiar en México que tuvo que pasar una temporada en cuidados intensivos. En mi frustración por ayudar encontré una actividad: mandar audios por WhatsApp con poemas leídos en voz alta al convaleciente. Lo hice ya hace un par de años con una amiga y me agradeció el gesto. Estoy convencido de que la poesía, especialmente durante estos trances, ayuda. Los poemas son como flores que se envían a la habitación del hospital. Aunque sean en un idioma un tanto desconocido como el gallego. Así, en esta ocasión, también envié audios, ahora con los poemas de Dores. No he recibido comentarios, pero tampoco son necesarios. Sé, por el double check, que fueron escuchados. Con eso basta. Acompañar con la belleza, fugaz, aunque escape a la compresión, es acto relacional relevante, o eso quiero creer.

Y también terminé la séptima parte de A la busca del tiempo perdido: La prisionera. En esta parte me pareció tan despreciable el narrador con su trato con Albertine, que, cuando se marchó de su casa, fui feliz. Sigue La fugitiva (ya llegué a la dolorosa muerte de Albertine) y, finalmente, Tiempo recobrado. Ya siento, después de más de dos años de lectura, el final. Dicen que leer esta obra te cambia. No sé qué tanto he cambiado, pero sin duda algo se ha removido en mi percepción del arte, la belleza, su filosofía y narración.

En otro orden de ideas. Fuimos Paula y yo a Barcelona a dos conciertos. Entremedias visitamos amigos y conocí a la nueva sobrina, hija de mi prima que vive allá. El primer concierto fue el de los Tigres del Norte, y el segundo fue el de The Warning. Debo admitir, como ya intuirán, dada la entrada anterior en este espacio, que me preparé mucho más para este segundo concierto. Aunque ambas fueron experiencias ricas y relacionadas entre sí, empezando porque ambas bandas son mexicanas. Las diferencias entre públicos fue lo más notorio para mi. Mi hipótesis es que la migración de mexicanos a España no es tan masiva como la de otros países de Hispanoamérica, hecho que bien podría reflejarse en el público de los Tigres del Norte: de la panoplia de banderas desplegadas en platea, las de México eran minoría. Había, sobre todo y para mi sorpresa, de Honduras y Colombia. Alguna de Chile y Guatemala. Por cierto, allí mismo, leyendo Wikipedia, supe que la mayoría de las banderas de los países centroamericanos, son parecidas, debido a que se originan de la bandera de una región que, por un tiempo, se conoció como las Provincias Unidas del Centro de América, y ésta fue inspirada en la bandera argentina. En el concierto de los Tigres del Norte había una urgente necesidad, a través de la vestimenta, de hacer patente la identidad nacional. Ya desde el metro le dije a Paula estas chicas de enfrente van al concierto. Vestían chaquetas con flecos, botas, falda corta y, cómo no, texanas. Al principio Paula no me creyó, pero al acercarnos al auditorio donde sería el concierto, estos estilos étnicos se hicieron cada vez más presentes. El concierto fue un espacio para que cada asistente enarbolara un orgullo de identidad nacional en el exilio. En cambio, en el concierto de The Warning, el público era tremendamente homogéneo, indistinguible; solamente, al salir, escuchamos a un par de chicas que hablaban con acento mexicano. Es decir, fuimos testigos de la identidad nacionalidad como elemento sustantivo de una fuerza laboral precarizada, contrastado con la identidad nacional como categoría biográfica casi marginal, de un supuesto ciudadano del mundo. Ambas caras, podría decir, del sujeto neoliberal. Otra gran diferencia fue que el primer concierto duró más de tres horas, mientras que el segundo una escasa hora. Aunque materialmente se entiende, ya que, entre presentaciones, los Tigres del Norte, se toman una semana de descanso; en cambio, las hermanas Villarreal están en una maratónica gira europea, con un día de concierto por uno de descanso.

Escenas del concierto de The Warning, Barcelona, 04/08/2024

Los Tigres del Norte interpretando Contrabando y traición, Barcelona, 04/07/2024

  1. Materia. Yolanda Castaño (02/05/2024 - 02/29/2024)
  2. Enxertos. Dores Tembrás (03/15/2024 - 04/01/2024)
  3. A la busca del tiempo perdido: La prisionera. Marcel Proust (01/08/2024 - 04/03/2024)