0x21

El miércoles pasado fue mi cumpleaños. Cumplí 0x21 años (sí, está en base hexadecimal). Mi tercer cumpleaños en Coruña. Es increíble cómo pasa el tiempo. Creo que no celebré tantos aniversarios ni en Cuernavaca ni en Monterrey.

Y como en muchos de mis cumpleaños, paso por un periodo de tristeza a uno de alegría. La melancolías son las mismas, las mismas dudas, los mismos temores ¿estoy haciendo lo correcto? Si es así, ¿por qué me siento constantemente insatisfecho? ¿No debí haber tomado las decisiones más convencionales? Por a la vez me increpo mi falta de osadía y atrevimiento para nuevas aventuras.

Las alegrías en igual sentido son las mismas: sentirme aceptado por un grupo de personas que son importantes para mi; sentirme recordado por la gente que está lejos. Esa validación tan necesaria.

Como el año pasado volví a organizar una cena para los más cercanos. Esta vez preparé ceviche. Utilicé rape para ello, que por cierto es un bicho horrible, pero sabe increíblemente bien. Pero así mismo es bastante caro.

Buscando recetas de ceviche por Internet, descubrí que he vivido en el error: el plato no es típico de México, ¡sino del Perú! Aun así cada país tiene su manera de preparación de acuerdo a sus ingredientes locales.

De postre, rescaté la vieja receta que G. me contó a su regreso de Valencia: queso Camembert empanizado con una sábana de mermelada de frambuesa.

Y de beber, lo más mexicano: micheladas. Pero mucho me temo que fue del agrado de la concurrencia. El paladar europeo al parecer está enemistado con los sabores que noquean los sentidos. Y la sal, el zumo de limón, el tabasco y la cerveza les chocó.

No contento con la velada, además ¡me regalaron un par de libros! "Una breve historia de casi todos", de Bill Bryson y "La cultura del terrorismo", de Noam Chomsky. Este último fue toda una conmoción para mi, ya que se pusieron a busca en mi whishlist de goodreads y se dieron a la faena de encontrar la obra. Nada fácil por lo que me dijeron. Recordé los días que recorría la librería Gandhi, frente a la oficina de Dextra, de cabo a rabo, en busca de este libro sin ningún éxito.

Me inclino a pensar que uno no elige los libros que lee. Ellos lo eligen a uno.

También me regalaron té inglés, de Yorkshire, del que me preparé una taza por la mañana del lunes, y está duro. Té para machos. Creo que tiene más cafeína que un expresso.

A. me ayudó enormemente en este pequeño agasajo. Pidió prestado el coche a su hermano para comprar los insumos en el Carrefour, me ayudó a seleccionar el pescado y en la preparación del menú. No sé por qué me causa mucho estrés hablar con los dependientes de las pescaderías, charcuterías y demás. Prefiero evitar en la medida de lo posible interactuar con otras personas y los dependientes de esos departamentos son algo que puedo prescindir simplemente comprando lo ya empacado.

El domingo por la tarde había un clima excelente y salí a la playa del Orzán, y en el paso marítimo me senté a leer, a tomar el sol y a deleitar la pupila. Por momentos compartí banca con viejecillos que buscaban esconderse de los rayos del sol mientras recuperaban sus rodillas.