11 August, 10:32pm

Un sábado cualquiera: desperté y descubrí que no tenía nada en el refrigerador. Me preparé un café, me duché y me encaminé a la vieja fonda que está atrás del andador Morelos. Hacía mucho calor. Terminé de desayunar unos chilaquiles con pollo y me encaminé a la oficina. Para mi sorpresa estaban arreglando el aire acondicionado, por lo que no podíamos echar mano de su servicio. La oficina era un horno. Me limité a subir unos cambios que había hecho en la víspera, etiquetarlos y enviar la etiqueta. Regresé a la casa. En el camino, envuelto por el agotador calor, el casero tuvo a bien reconocerme y ofrecerme un aventón hasta el departamento. Intenté arreglar la gotera de las llaves de la regadera, pero no pude cerrar la llave del medidor, así que mi tarea fue infructífera. Me preparé unos spaghettis aderezados con pesto. Bastante sabroso. Me sentí como león enjaulado. No atinaba si ir a hacer la despensa. Decidí mandar toda esa responsabilidad y previsión al carajo y me fui a refugiar a mi oscuro rincón: la sala del cine alterno. Para mi buena suerte hoy fue la inauguración del tercer festival internacional de cine de Monterrey, y me deleité con dos caramelos: Écoute le temps y Sugartown. En la primera estaba el productor y la directora/guionista presentes. Eso me sorprendió bastante. Al terminar la proyección uno podía acercarse con ellos para formular sus dudas. Me acobardé y preferí no tener dudas; el miedo me hizo un ferviente creyente. Me arrellané en la siguiente sala donde vi un documental donde unos griegos se iban a Rusia a buscar esposa. Al llegar me dieron un librito muy mono con las sinopsis de los largo y cortometrajes que proyectarán a lo largo de esta semana. Tendré que estudiarlo para elegir cuales ver. Regresé andando a la casa.