13 December, 11:53pm

Día de perros

Hay días es lo que las cosas que se tenían planeadas sistemáticamente terminan mal. Hay días en lo que el basamento de nuestro pequeño espíritu burgués es atentado y todo parece ser la ruina.

Hoy fui, después de varias semanas de infructuosa espera, a recoger mi factura del Tec en Estafeta. Iba yo preparado con el número de guía, a sabiendas de que llegaría tarde a la oficina, para estar a las nueve de la mañana en las oficinas de Estafeta en la colonia Independencia, rogando al taxista que te lleve para allá dado que muchos se niegan a hacer servicios para allá. Llegar y que te digan circunspectos: "Ya se devolvió el paquete a Cuernavaca" . Noventa y nueve pesos tirados a la basura, más veinte pesos del taxi, más el tiempo desperdiciado, más la posible pérdida de dinero en concepto de impuestos.

Posteriormente te entregan una asignación en el trabajo, un nuevo equipo al que debes explorar. Descubres que no tiene sistema de arranque, y al intentar flashearlo con el lauterbach de mil maneras, todas resultan un fracaso seguido de otro. Y todo el día se va en esa frustración viendo como los minutos que pensabas dedicar a la programación con GObject se va a la cuenta de tiempo sin disfrutar.

Pero fue cumpleaños de mi madre. Le hablé por teléfono en la mañana. Creo que todos estamos emocionados por pasar un rato familiar. También dio la casualidad que fue cumpleaños de Sandino. Fuimos a comer a la plaza San Agustín. Pedí comida china. No estaba buena. Lo que sí fue delicioso fue el pastel de zanahoria que compró Gaby.

Salí tarde del trabajo por ver lo del nuevo equipo que está modificado para hacer mediciones de consumo de energía. Tenía que ir hasta la carretera nacional para recoger un equipo. Por "suerte" Rogelio vive por esos rumbos y se ofreció a darme un aventón. Me dejó muy cerca del lugar, una oficina, que estaba cerrada y sin gente. Marqué el celular del contacto, "Estoy en una reunión. Ya es tarde. En una hora voy para allá". Aguardé. Fui al Oxxo compré unos cigarros, un café y unos burritos calentados en microondas. La pila del celular comenzó su grito de advertencia. Esperé una hora. Una hora y media. Volví a marcar, "Todavía sigo acá. Cuando termine te marco y te lo dejo en tu casa". Mentando madres por dentro acepté.

Estaba cerca del cine. Relativamente. Decidí mandar al coño al tipo y al equipo y meterme al cine. Tomé la ruta. Pensé que sería rebajarme a su nivel no decirle que mejor lo dejáramos para mañana. Marqué. La pila del móvil murió. Al bajarme del camión busqué un teléfono público. Al buscar alguna tarjeta de teléfono, que normalmente guardo en la cartera, descubrí que no tenía ninguna. Fui a una farmacia y compré una. Marqué. El maldito buzón de voz. Dejé mensaje y me enfundé en el cine.

Vi Sophie Scholl - Die letzten Tage. Buena película. Me enamoré de la Sophie Scholl. Eso me gusta de las películas y laa novelas: que me enamore de las protagonistas.

Regresé a la departamento. Me preparé psicológicamente para lavar la loza y al abrir el grifo descubro que no hay agua. Voy a la baño, hago lo mismo con el grifo del lavabo, mismo resultado. Acabo de pagar el recibo del agua, no puede ser que me la halla cortado. Medité un momento. No había ningún vecino a quién corroborar el corte. Salí a estanco de la esquina para comprar un poco de agua que beber y corroborar si el corte fue general. Sí, lo fue.

Un mal día podría resumir. Este jueves seguro será otra historia. Tengo que buscar mis ánimos, que sé están jugando a las escondidillas.