14 September, 4:27pm

En pocas horas, de acuerdo a la tradición, se cumplirá el Bicentenario de la Independencia de México.

Hace doscientos años se comenzó a germinar la idea de una nación. Doscientos años de historia, de construcción de una identidad, de viacrucis, de orgullos y fracasos.

Doscientos años que me regalan una pertenencia, una identificación, una hermandad cómplice con otros compatriotas. Doscientos años que me hacen ser un individuo con profundas y complejas raíces, una persona reconocida por derecho en el resto del mundo. Doscientos años que costaron sangre, esfuerzos y desvelos.

Soy depositario de una historia dura, agreste, pero llena de oportunidades y de infinitas posibilidades hacia el futuro. Soy crisol de dos culturas que colisionaron entre sí y que debo aprender a reconocer, sopesar y rescatar. Soy guardián de montañas, volcanes, sierras, valles, desiertos, selvas y extensísimos litorales.

Soy heredero de una gastronomía reconocida universalmente, de sabores atrevidos, refrescantes, embriagantes; de especies y frutos exóticos. Llevo conmigo bailes, indumentarias y las voces arcanas de muchos y diferentes pueblos, de múltiples culturas arraigadas.

Soy producto de una unión contradictoria, violenta y desigual. Pero estoy aquí para hacer valer mi voz y para hacer saber a todo el mundo que he tomado las riendas de mi destino.