2017

Hablando de fechas arbitrarias, convencionales, para fijar el fin e inicio de la traslación terrestre, la sensación que me deja el año transcurrido, el 2016, es similar a mis impresiones del 2015.

Pensándolo de manera global (es decir, totalitaria) durante el 2016 ocurrieron cosas horribles: Siria, los muertos en el Mediterráneo intentando escapar de la miseria sembrada por la OTAN en África Septentrional, las cansinas elecciones en EE.UU., y un largo y triste etcétera. No obstante, en la circunscripción del yo, y de la mayoría de mis prójimos (en el estricto sentido etimológico), el 2016 fue un buen año.

Acercándome a las cuatro décadas comienzo a tener consciencia, y algo de control, en mi autonomía e independencia, potencialidades que acaricié desde que tuve uso de razón. Soy consciente de que no durará mucho, por lo que debo aprovechar el momento. Es curiosa esta precavida angustia, esa voz que susurra "esto es sólo temporal, la cruel realidad está por alcanzarte". Pero dicha angustia es, en cambio, reconfortante, es un voto de confianza a mis decisiones vitales, las cuales, de forma limitada y un tanto pueril, han sido distintas a las que, percibo, mi entorno y mi procedencia prefieren, deciden y hacen. ¿Soberbia? No, un sosegado orgullo.

A bote pronto, algo que recuerdo con cariño es que fui a esquiar por primera vez. Obviamente fui el peor del curso. Mis compañeros, chicxs de instituto, me ayudaron siempre a levantarme y se preocupaban por mi cada vez que caía de culo sobre la nieve compactada.

También me satisfacen mis lecturas. Dieciocho libros. Desde hace varios años que no pasaba de la docena. Además, fueron volúmenes colosales, como el de Szymborska, Foucault, Louise Michel, Berger, Becket, Nico Rost, ... Han sido los libros que se han cruzado por mi vida, los que me han mostrado los caminos alternos a las vías transitadas por el "como se debe, como se juzga, como se ve", desvelando la hegemonía de la medianía.

La cereza en el pastel fue mi viaje por Rusia y Norcorea. No diré que estoy orgulloso en un plano personal y profundo del viaje, ya que no implicó ningún esfuerzo: simplemente pagué a una agencia de viajes. Pero, aún así, la experiencia, por limitada, estructurada y sobre-protegida que fuese, resultó muy interesante. Las meditaciones recogidas en mi blog son testimonio de su valor.

En cuanto actividades artísticas, escribí un cuento. Percibo una mejora en mi técnica al escribir y me alegra un montón. Mi reencuentro con la narrativa fue lindo. También escribí poesía, poca y sin mucho acierto, pero surgió.

Fui a varios conciertos, entre ellos, de los que mejor recuerdo guardo, fueron el de Gatillazo por su intensidad, el concierto de Bala, el de los Heredeiros da Crus durante su gira por los gallineros, Nacho Vegas y el de Marky Ramone en Malpica.

Gatillazo en el Pantalán


Mi acercamiento a la filosofía este año fue más frecuente, pero no a través de la lectura, sino ¡a través de YouTube! En el trabajo, en lugar de escuchar música, pongo vídeos de filosofía, en particular los de Darío Sztajnszrajber, en la Facultad Libre Virtual, de Rosario, Argentina; los de Taller de Filosofía y su filosofía a la gorra; los del maestro Darin McNabb y su Fonda Filosófica; Filosofía aquí y ahora, con Pablo Feinmann. No obstante, los vídeos a los que más atención puse, fueron los de la Escuela de Cuadros.

Este año, tuve el privilegio de recibir en casa a un compañero de trabajo que se mudó de EE.UU. a España. Se quedó en casa mientras encontraba un piso en alquiler para su pareja y su gato. El asunto del gato fue el más problemático durante su búsqueda. Fue una experiencia divertida compartir el espacio con la peluca abandonada.

Desde el punto de vista laboral todo fluyó de maravillosamente. Mi proyecto con Intel continúa, mi presencia y actividad en la comunidad de GStreamer es mayor, aprendo cosas nuevas y ahora me coordino en el proyecto de gstreamer-vaapi con un compañero de Sudcorea. Por mi participación en GStreamer, fui al hackfest en Tesalónica en mayo, y luego a Berlín, a la conferencia anual. Dentro de Igalia las cosas están funcionando sin grandes frenos: los proyectos fluyen y la facturación nos alcanza para mejorar nuestras condiciones laborales y hasta para crecer como empresa.

En el lado sentimental, creo que éste ha sido de los años donde más he crecido. Cultivar una relación requiere esfuerzo, dedicación, pero siento confianza en nuestra solvencia emocional, confianza que descarga, emocionalmente, miedos e inseguridades. Todo se puede hablar, nadie es dueño de nada. Compromiso en la libertad. Y no obstante, aceptar al Otro, transformándonos sin perdernos, es siempre complicado. Requiere el conocimiento y aceptación de nuestras posibilidades, individuales y en conjunto.

En el rubro político, mi participación en grupos sociales ha bajado sensiblemente. Quería dar, de nueva cuenta, una charla en el Ateneo, pero no pude concretar nada. Por cierto, me invitaron a repetir mi charla de Ayotzinapa, ahora en la ciudad de Burgos, pero las fechas no nos coincidían, así que se aplazó indefinidamente. De la misma manera ha ocurrido con el deporte, la pachanga de fútbol sala ha estado de capa caída y no he sustituido dicha actividad por alguna otra.

Ahora que venga el 2017, esa furiosa hoja en blanco.

P.S.: Algunos notarán que he movido el protocolo del blag a HTTPS. Es mi regalo de año nuevo para la gente preocupada por la seguridad y el cifrado en Internet.