21 March, 7:36pm

Hace tres semanas E., la nueva compañera de piso, trajo una televisión de 29 pulgadas que tenían sin uso sus padres. Desde que se había marchado L. nos habíamos quedado con una televisión de 14 pulgadas, la cual tenía que ser sintonizada manualmente por cada canal de televisión. Dicha situación hizo que cada vez le prestáramos menos atención al aparato. Al principio esbozábamos cada fin de semana planes para hacer un bote y comprarnos una buena televisión, pero con respecto pasaba el tiempo y nos íbamos acostumbrando a no mirar la televisión, le dábamos largas a la compra, hasta que E., recién llegada al piso, trajo la suya.

Los dos años que viví en Monterrey los pasé estupendamente sin televisión. Creo que fueron uno de los motivos por el cual leí y programé mucho más a lo que estaba acostumbrado durante esos dos años.

Precisamente uno de los libros que leí en ese periodo fue Fluir (Flow): Una psicología de la felicidad de Mihaly Csikszentmihalyi, que intenta hacer una divulgación de su teoría del flujo psicológico.

El objetivo de las investigaciones de Mihaly era encontrar una psicología de la felicidad, en oposición a la psicología meramente curativa de Freud y posteriores. Sin embargo el problema comienza en simplemente definir algo tan subjetivo como la felicidad. Como suele hacerse en los casos cuando no se posee ningún conocimiento, se recurre a la estadística con la esperanza de encontrar correlaciones que puedan implicar una causalidad. Y encontró algo interesante: el flujo, que es un estado psicológico en cual la persona está totalmente inmersa en la actividad realizada. Y este estado psicológico parece reflejar el sentimiento de felicidad.

En el mismo libro, Mihaly hace una diatriba a la televisión, donde a priori establece que mirar pasivamente la televisión no es una actividad que lleve al estado de flujo psicológico y que sólo nos consume la vida en nada.

A finales del año pasado salió un estudio, igualmente estadístico, donde establece que existe una fuerte correlación entre la percepción de felicidad y el número de horas que ve televisión: entre más infelices se reconocían, mayor número de horas pasan frente al televisor.

Independientemente si mirar la televisión nos hace infelices, o si ya lo somos y "escapamos" viendo televisión, la televisión implica meter el cerebro en formol, sedarlo, entregar en bandeja de plata nuestro único bien en esta vida: nuestro tiempo. Y todo a cambio de nada. La televisión no ofrece ningún beneficio a largo plazo, tal como cualquier vicio.

Sin embargo, Paul Graham, prevé una próxima derrota de la televisión en los gustos de la sociedad a favor de un Internet con mayor ancho de banda y contenidos. Al parecer la sociedad evoluciona y ahora prefiere elegir, interactuar y generar la información que consume. ¿Esto impactará en los niveles de felicidad percibida?

Por lo pronto ya tenemos en casa un aparato de televisión enorme con cable.