mi blag

24 February, 5:23pm

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Víctor Jáquez

Estos días han sido días de entroido en Galicia. A Coruña no fue la excepción, aunque me comentan que no es nada representativo de los que ocurren en otras partes de la región. Sin embargo, se agradece el día libre otorgado para que la gente pueda salir a las calles con menos cargo de conciencia.

Animado por Berto, y con un disfraz de él, salimos a las calles del lunes pasado. Él disfrazado de Clint Eastwood y yo de muerte. En la ciudad vieja no encontramos con otros colegas también disfrazados. La última vez que me disfracé fue cuando estaba en primaria para una fiesta de la cual prometí no volverme a disfrazar. Pero ya fueron tiempos pasados e hice un esfuerzo para no poner reparos. Y me divertí mucho.

Me puse a recordar, sin que mi memoria pudiera especificar fuentes, sobre la función psicológica de las máscaras. Se utilizan máscaras desde que el mundo es mundo. En el teatro griego, las máscaras ya eran parte de la indumentaria. La máscara nos permite ser otros, nos permite reinventarnos, ser lo que fantaseamos, sólo tendremos la máscara, esa licencia del ser para finalmente ser, por un breve espacio de tiempo.

Pensé en las míticas noche de carnaval venecianas. Junto antes de la cuaresma, el mundo occidental decide darse un escape entre el fin del invierno y el luto ritual. Y para escapar se da permiso de reinventarse, de ponerse una máscara y ser lo que de manera corriente no puede ser. También especulé sobre la importancia de los carnavales en ciudades pequeñas, donde la gente no puede ser anónima, no puede escaparse de la imagen que todo su mundo les impone, y las máscaras se vuelven una gran válvula de escape.

A cada paso que daba veía disfraces que me hacían querer haberme disfrazado igual. Cosas realmente geniales: vacas, monjes tibetanos, caza fantasmas, mexicanos de ocasión, conquistadores, indios, vaqueros, etc. Pero me impresionaron J. y M. quienes se disfrazaron de sexys rubias, con minifaldas, blusas entalladas o medias negras. Su grito de guerra era "¡las rubias no somos tontas! ¡las rubias no somos tontas! "R", "U"... .... ¡las rubias no somos tontas!", pero la mejor frase se la llevó J.: "qué jodido es ser chica, me aprietan las medias, las tetas y este pelo se me mete a los ojos". Por otro lado, algo que atrajo mi atención fue el hecho que las chicas, de buenas a primeras y sin previo aviso, les metían mano en las tetas falsas, o les levantaban la falda u otros tocamientos atrevidos. Y claro, ellos encantados. Pensé que sería interesante en otro carnaval disfrazarme de chica.

También me sorprendió una batucada en medio de la calle. Me sorprendió que, a pesar de la latitud y el clima frío, la alegría y el calor característico de nuestros pueblos, se hace patente. Me sentí bien.

Entroido 2009
Entroido 2009