24 October, 4:50pm
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Víctor JáquezLa semana pasada fue el GTK+ hackfest[1] en las oficinas de Igalia. Mi implicación en GTK+ es mínima, no soy un chico de interfaces gráficas de usuario para acabar pronto. Sin embargo desde que uso GNOME (hace ya bastante) he tenido la inquietud de contribuir en el proyecto, y fantaseaba que este evento sería una buena oportunidad para hacerlo. No fue así, pero aprendí otras cosas.
Se dice que el que con lobos anda a aullar se enseña. Y esto no solamente se limita a los depredadores, sino también se extiende a los individuos que mueven a la comunidad. Y esta semana fue para mi una oportunidad para ver a otros lobos, aun más lobos, congregarse para aullar.
Saber cómo piensan las mentes más aventajadas que uno, qué les motiva, atisbar su visión del mundo, sus reacciones, su valores y prioridades, es algo que muchos nos interesa. Si bien no para imitarlos, sí para ponderar nuestras carencias y, como no, nuestras ventajas.
La semana la comencé con R., un canadiense con una energía impresionante. El día que llegó le mostré mi recién llegada Pandaboard y al día siguiente (sábado) prácticamente me la arrancó de las manos para ponerle Ubuntu y discutir por IRC algunos posibles bugs. Yo me preguntaba ¿dónde diablos guarda su jetlag? Claro, no sin antes buscar fuentes reguladas de 5V, que no vendían sueltas, pero él encontró en la tienda un hub de USB con una fuente de esas condiciones. Además de validar el cable serial puenteando los pines dos y tres y todo esto sin comer, ni desayunar. Prácticamente le rogué que fuéramos a comer a las 6pm aunque todavía quería hacer otras pruebas en otros monitores disponibles. Habla con franqueza y no pierde oportunidad para decir que algo es estúpido.
Además charlé con B., un alemán que habla un inglés muy pausado, simple, pero claro, sin dudas. En pocas palabras transmite su idea de manera impecable y sin lugar a ambigüedades. Todo lo aborda de manera muy sistemática, como un profesor universitario, todos sus conceptos forman parte de un todo coherente. Pedante como todos y casi siempre con razón. B. es capaz del visualizar el problema, no como un obstáculo al que simplemente hay que darle la vuelta, sino que va a la raíz, y la ataca, aun si eso implica cambiar los drivers de vídeo en el kernel.
Interactué un poco menos con E., un italiano radicado en Londres, autor principal de Clutter. Lo sigo por Twitter y sus mensajes son casi siempre irónicos y muy mordaces, aunque en persona me pareció más bien cortés y hasta retraído.
También estaba M. y C., ambos estadounidenses, aunque son más bien de naturaleza silenciosa. Son más de código que de palabra.
Y finalmente los dos chicos de Corea, que junto con su jefe inglés, venían a empaparse de la cultura hacker de GTK+.
Ah, y también, claro, Mi. y C., el primero alemán y el segundo español. Ambos venían con sus respectivas parejas y siempre estaban de buen humor y salían a fumar y a tomar café.
De manera grupal pude percibir que son personas muy enfocadas. Tal vez no tienen claro qué es lo que quieren, pero se esfuerzan por visualizar el problema existente y delinear las tareas necesarias. Son apasionadas de lo que hacen, capaces de estar programando hasta la madrugada para estar frescos al día siguiente. Pero claro, si algo les aburre, lo relegan o lo abandonan al segundo.
Desde mi perspectiva, mi experiencia pasó de un sentimiento de inferioridad a uno totalmente festivo. El lunes y el martes de la semana no pude ni siquiera meterme en la sala de trabajo. Sentía que no era digno de estar ahí trabajando con ellos. Pero Be. me dio confianza al confesarme que él tampoco entendía muchas cosas de las que se discutían ahí, y que más bien su labor era de proveer lo que necesitaran y entre tanto aprender y hackear. Así que tímidamente me uní a la sala.
Toda mi labor en GTK+ consistió en compilar GTK+ y levantar un bug a todas luces inválido. Debut y despedida. Pero, como ya dije, me pasé a lado festivo de la situación: ir a comer y a cenar con ellos, platicar, proveerles de lo que necesitaran cuando Be. no estaba y así. Y vaya que me divertí y vaya que pude ver desde otra perspectiva la realidad del mundillo de los hackers de GNOME.
Pero la gran, gran experiencia, fue cuando salimos a pasear por el Monte San Pedro y luego a cenar. Los encuentros multiculturales son toda una delicia. Por ejemplo, traducir un menú de cocina gourmet gallega al inglés es todo un reto. Ahí la novia de C. se lució: pudo trasladar la descripción de los platillos al inglés. Pero estar sentados ahí, bebiendo vino, charlando, disfrutando de una rica cena, gozando de nuestras diferencias y aun más, de nuestras similitudes, es una cosa indiscutiblemente maravillosa.
Pero para mi, el mayor premio, fue cuando me despedí de ellos el viernes por la noche: nos despedimos con un apretón de manos y varios hasta diciendo mi nombre. Me siento profundamente agradecido con la vida por esta experiencia.