26 January, 3:10am

  1. Una breve historia de casi todo. Bill Bryson (12/05/2010 - 01/08/2011)
  2. A room for one's own. Virginia Woolf (11/08/2010 - 01/26/2010)

Anteayer terminé de leer este breve ensayo de Virginia Woolf. La razón de leerlo fue el taller literario al que estoy asistiendo, que lleva como nombre "un cuarto propio", en cuya forma de inscripción venía como sugerencia su lectura.

Pero en lugar de ir a comprar el libro en castellano, preferí experimentar con una nueva vertiente: leerlo en un ebook reader y leerlo, obviamente, en su idioma original.

Pedí prestado un ebook reader más o menos reciente: wireless, touchscreen y otras monadas que, diré de una buena vez, no sirven de nada para la experiencia de la lectura. Es más, estorban: consumen demasiada energía y hay que mantenerse alerta para evitar que la batería se drenara, lo que va en detrimento de la lectura. Pero tal vez lo más molesto, en lo personal, fue el touchscreen y el giroscopio, ya que me cambiaban la página en la que estaba con simplemente soltar el cacharro de mis manos y colocarlos sobre mi pecho si estaba en cama leyendo, o, ante la emoción de lo leído y el ansia de meditar, depositaba el cacharro sobre mi regazo boca abajo. Al retomar la lectura, descubría con horror que la página mostrada no era en la que había dejado la lectura, y debía perder tiempo y paciencia volviendo la localizar el punto de interrupción.

Quitando estas molestias, el resto de la experiencia fue aceptable: la pantalla y los tipos de letra son legibles, y además resulta muy transportable el cacharro: se puede leer con mayor facilidad en cualquier lugar, en el transporte público, mientras esperas por él, en la oficina, en cama o en el puf de lectura. Sin embargo, comparado con la experiencia de leer de un libro físico, echo de menos muchísimas cosas, como el olor y el tacto de las páginas; poder darle salida a la emoción de subrayar esas palabras que removieron tu interior; arrojar lejos de ti el libro cuando éste te susurra ideas que no puedes tolerar; y tal vez lo más importante, sentir el peso de las páginas que te faltan con respecto al peso de las que ya leíste, y esto tiene una fuerza psicológica impresionante ya que da una retroalimentación física del camino recorrido y un gran motivador para llegar al final lo antes posible. En el caso del cacharro, sólo tienes un número tan abstracto como 30/104 que poco dice y nada entusiasma.

Del libro en sí, lo primero que me viene a la mente es el nivel del idioma inglés que maneja: llené páginas y páginas de cuaderno con vocabulario y construcciones gramaticales desconocidas para mi. Para luego dedicar varias horas en traducir dicho vocabulario.

Recordé la época en que leía en castellano y me pasaba exactamente lo mismo: llenar páginas de vocabulario desconocido para luego volverlas a recorrer con diccionario en mano. En especial la frustración de las definiciones circulares que nada aportan y sólo roban tiempo, así como palabras con multitud de acepciones dependiendo de su contexto. Y descubrí que el inglés sufre de esta misma vastedad, o tal vez sea mucho mayor debido a que es un idioma formado por el amalgamamiento de muchos idiomas, tanto latinos, germanos y nórdicos. Por ejemplo, podemos tener varios sinónimos que provienen de cada uno de estas lenguas paternas, muy diferentes entre sí, y también, al tener una genética distinta, dicha sinonimia es engañosa ya que cada palabra implica un matiz único. Y bueno, las definiciones circulares también están a la orden del día.

Hablando en específico sobre la obra de Woolf, el tema, de manera general, me parece muy interesante: cómo las mujeres van ganando terreno en las actividades que por mucho tiempo fueron consideradas exclusivas de hombres. En este caso, la literatura.

Woolf identifica que la razón principal del rezago de la literatura producida por la mente femenina es la dependencia que tiene la mujer con el hombre. El hombre, por una parte, siempre ha gozado de la independencia y libertad intelectual; además del acceso a la educación y la cultura, indispensables para la producción literaria, únicamente ha sido estimulada en los varones. La mujer, en cambio, ha sido relegada a las tareas domésticas, al cuidado de los infantes y los viejos. De ellas se espera tanto, la carga social es tan brutal, que el tiempo disponible para su ocio e intimidad es prácticamente nulo. Para ejemplificar su punto, Woolf expone su parábola conocida como "Judith, la hermana desconocida de Shakespeare", donde una hipotética hermana de William Shakespeare, tan talentosa como él, es arrastrada a una vida de horror y frustración por la cerrada sociedad isabelina.

Es por esta razón que Woolf postula dos requisitos indispensables para que una mujer pueda producir literatura: un cuarto propio y dinero para mantenerse. Con un habitación para ella sola, la mujer podrá tener un espacio de expresión, de soledad y silencio para encontrar su propia voz, confrontar sus demonios sin tener que confrontarse en la calle, el ágora, la biblioteca, con los hombres que dominan dichos espacios y luchan encarnizadamente por mantener su monopolio.

Pero el espacio no es suficiente. La independencia depende también de la manutención: un escritor no debería preocuparse por las cosas mundanas como el alimento o el vestido. Por esto la mujer literata deberá contar con una renta mensual para mantenerse y concentrarse únicamente en su trabajo.

Los críticos de Woolf dicen que ni el cuarto propio ni la renta mensual son necesarios para el desarrollo de la actividad artística, y como ejemplo de ello suscriben a Phillis Wheatley, una esclava negra en los Estados Unidos que, sin poseer absolutamente nada, pudo tener una producción literaria aclamada por la crítica de su época. Sí, Phillis no poseía nada, pero la familia que la "compró" (por horrible que se escuche) fue una familia de ideas progresistas en comparación con las de la época y del lugar, y le proveyó de todo lo que ella requería para que hiciera su trabajo sin distracciones... claro, todo esto hasta que ella se enamoró de otro esclavo quien la arrastró de nuevo a su vieja condición.

El problema no es la posesión de bienes materiales, es la libertad, es la independencia. Y eso era el fondo de la exposición de nuestra autora.

De manera concurrente, y tratando de explicar este histórico desplazamiento y desvalorización de la mujer, frente a las virtudes, supuestamente, de exclusividad masculina, después de terminar el libro de Breve historia de casi todo, me di a la tarea de leer un poco sobre los neardentales. Una de las teorías para explicar su extinción frente a los homo-sapiens, fue precisamente la división del trabajo: para las neardentales hembras, el trabajo de parto era menos traumatizante que para sus contra partes homo-sapiens, por lo que participaban junto con los machos en la peligrosa tarea de la cacería. Esta situación llevó a que la mortalidad de los neardentales fuera superior a la homo-sapiens, ya que al morir ambos progenitores, su prole también perecía por la carencia de cuidados. En cambio, el homo-sapiens, al ser el parto un proceso muy delicado y de alta mortandad, surgió la división del trabajo: las hembras, para orientarse hacia el parto, se hicieron cargo de las labores domésticas y los machos se iban a la caza. Si los machos morían en esta labor, la supervivencia de la prole seguía asegurada por los cuidados de las hembras, que podrían luego buscar a otros machos. A partir de esta estrategia evolutiva, se desarrollaron las culturas, que a su vez se inventaron sus propios pretextos y justificaciones para fomentar y mantener una artificial separación de valores entre masculinos y femeninos, y otorgarles una hipócrita superioridad a los primeros.

Pero volvamos a la obra en cuestión. Posteriormente Woolf analiza a las mujeres que han dejado un gran legado en las letras inglesas, como Aphra Behn, Jane Austen, las hermanas Brontë, Anne Finch, etcétera. Y aquí la autora hace una observación importante: hay que dejar toda la amargura y el resentimiento atrás para hacer buena literatura. Las grandes obras nunca son producto del rencor del autor. Es por esta razón que las escritoras debería deshacerse de toda la rabia generada por todas las injusticias de las que han sido víctimas y enfrentarse a las ideas importantes, las ideas universales que alimentan a la estética y al buen quehacer artístico. Y pone como ejemplo a estas grandes exponentes, en especial a Aphra y a las Brontë, quienes escribieron como mujeres para el mundo entero; pusieron en el escenario literario el pensamiento femenino sin acritud; la visión de la mujer ante el mundo como algo único y valioso para compartirse con el resto de la humanidad, sin jamás demandar la benevolencia y compasión de la audiencia en razón a las injusticias sufridas históricamente por su sexo.

Y yo tengo otro dato interesante que me hace meditar: tanto Virginia Woolf como todas las que ella menciona como hitos de la literatura escrita por mujeres en idioma inglés, todas y cada una, dejaron de lado la maternidad. Y la dejaron atrás igual que todos los resabios del machismo, sin acritud. Eligieron su vocación sobre las imposiciones de la sociedad. No puedo decir si en sus vidas fueron felices, Virginia se suicidó ante una fuerte depresión clínica. Pero sin lugar a dudas dejaron un legado a la humanidad mucho más valioso que muchos hijos de vecino.