26 July, 8:20am

Ya me gustó esto de alardear mis deberes del taller literario. He aquí otro ejercicio: Escribir un hecho histórico sin señalarlo explícitamente, que sea labor del lector descubrir cuál es.

(Gracias a Berto por sugerirme el hecho histórico)

En esta puta tierra no hay nada interesante: un frío de los cojones, un eterno llano, sin una sola elevación que ofrezca una sola vista para recordar. Nada. Planicie y frío. Pero es mi tierra. Aquí nací y no tengo más que agregar.

Primero llegaron los suecos. Pero ya nadie se acuerda de ello. Después tuvimos un respiro. Luego, los alemanes. De esos hijos de puta sí que nos acordamos. Pero ninguno como Stalin.

Pero sobrevivimos. Sobrevivimos para ver las emisiones televisivas que llegaban desde Finlandia. Esos cabrones sí que saben vivir. Todo aquello que se nos presentaba en nuestras pantallas de televisión nos parecían una visión del cielo: comida a raudales, ropa cómoda y abrigadora, coches como traídos del futuro, gente sonriendo. Ellos hablan un idioma muy similar a nuestra vieja lengua, la que nuestros abuelos se empeñaban en enseñarnos fuera de los colegios. Ahora queríamos ser como ellos también.

Pero nosotros sabíamos huir. Sólo así sobrevivimos. Huíamos de la realidad, de nosotros mismos, simplemente cantando. Nos imploraban que no cantáramos nuestras canciones, que mejor entonáramos las glorias del proletariado, ya que nuestros versos eran propios de sumisos campesinos. Pero no nos importó, seguíamos componiendo y cantando nuestros himnos que hablaban de esta tierra y su gente. Primero en bares con bandas de rock, pero luego nos atrevimos a llevarlas al gran Festival de la Canción. Al principio las intercalábamos con canciones de la gloria Soviética, pero después de Gorvachov, aquello quedó atrás y sólo nuestras canciones tuvieron cabida. Casi medio millón de voces, amigos, vecinos, familiares, tomados de las manos, coreando a estos parajes de sufrimientos y bizarría.

Y llegaron los tanques del Ejército Rojo. Querían tomar el control de la emisora de televisión que retransmitía nuestra voz. No obstante, nosotros cantamos más alto, más fuerte, con más sentimiento.

Al terminar el repertorio, al regresar a la casa por la madrugada, nos enteramos que Islandia nos había reconocido como una nacion libre y soberana. Los tanques se habían ido.

Sí, la musica no ha perdido su valor.