3 July, 10:13am
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Víctor JáquezHace unos días debatíamos en la playa aquella aseveración del conocimiento popular de que hay siete mujeres por cada hombre.
Tal vez aquello era cierto en épocas pasadas, donde la expectativa de vida era muy baja, y el destino de la mayoría de los varones era una muerte prematura en los campos de batalla o debido al extenuante trabajo.
Lo que es indudables es que aquella aseveración ya no tiene validez alguna. Hoy, la proporción entre mujeres y hombres es prácticamente del 50%, o, más exactamente, 101 hombres por cada 100 mujeres.
En la documentación derivada de ese debate de San Juan, me llevó a esta misma estadística, pero más puntualmente en México:
at birth: | 1.05 male(s)/female |
under 15 years: | 1.04 male(s)/female |
15-64 years: | 0.94 male(s)/female |
65 years and over: | 0.82 male(s)/female |
total population: | 0.96 male(s)/female (2011 est.) |
Aquí podemos observar que, al nacer, el número de varones es mayor en comparación al de mujeres. Sin embargo, con el paso de la edad, está diferencia disminuye hasta que se revierte por completo. Así, en el periodo de edad más productivo, entre 15 y los 65 años de edad, según esta información, la proporción de hombres ha disminuido un 10.5% en comparación con los que nacen.
Ahora esta información es una media aritmética, por lo que es imposible extraer información de comportamiento en el tiempo, tampoco no podemos ver en nivel de dispersión en los datos. Sin embargo, si comparamos con las medias de otros países desarrollados, vemos que mantienen la proporción hasta los 65. Esto me hace preguntarme por qué, qué razones habrá detrás de esta disminución.
Podemos esbozar muchas hipótesis al respecto, pero con sólo esta información sería irresponsable abanderar una única causalidad. Pero soy un pesimista, y esto me hace esperar el peor escenario que pueda imaginar: comparemos con otros países, y lo que me brinca es que el mismo decremento en la proporcionalidad se observa con Haití, o como en la mayoría de países africanos, donde conflictos armados campean a discreción. Si partimos del hecho de que se vive un clima muy cercano al conflicto armado en México, con esta supuesta guerra contra las drogas, y si aceptamos (ya con reservas lamentablemente) que la mayoría de los muertos son varones, entonces tenemos una prueba del nivel de violencia que se respira en la sociedad mexicana, más cercana a una guerra civil que a una simple cuestión policial.
Pero la pregunta está rogando ser expresada ¿quién se beneficia de todo esto? Los países sumergidos en guerras civiles tienen economías colapsadas. Sin embargo, México mantiene un crecimiento económico, que aunque modesto, lo tiene.
Después de leer La doctrina del shock de Naomi Klein, la noticia de que firmas como Dyncorp y Lockheed Martin han recibido ingentes cantidades de dinero por parte del gobierno federal de EUA para la guerra contra el narcotráfico en Latinoamérica, parece confirmar la teoría de que el capitalismo moderno depende del miedo en la sociedad, de crear necesidades artificiales de las cuales no se puede uno simplemente sustraer, porque la vida, la seguridad personal, está de por medio. El capitalismo del desastre, cuyo epítome ha sido la invasión de Irak, ha puesto al cinismo como la virtud primordial del político, que sentencia: "esta guerra continúa".