3 October, 4:20pm

Dos de octubre no se olvida. Para los amables lectores de este espacio, intentaré hacer una breve reseña de lo que ocurrió en México el dos de octubre de mil novecientos sesenta y ocho.

Desde el fin de la revolución mexicana, cuyo propósito inicial fue derrocar a un dictador y que luego degeneró en una guerra por el poder, el país vivió en una dictadura de partido: el Partido Revolucionario Institucional dominaba la vida política en todos los niveles, por lo que el voto era un mero trámite para legitimar la asignación de gobernantes y legisladores; asignación hecha, en última instancia, por el Presidente de la República.

Como consecuencia, el poder del presidente en turno era absoluto. Un pequeño monarca por seis años. Era de esperarse, entonces, que estos pequeños monarcas hicieran y deshicieran a su antojo, cosas tales como poner y quitar líderes sindicales. Lo que llevó a un estado muy aparente y artificial de crecimiento, orden y progreso. Tan fue así, que México obtuvo el papel de anfitrión de los Juegos Olímpicos de ese año, 1968.

Pero el año de 1968 deparaba al mundo una ajetreada temporada de protestas, manifestaciones y represiones. A lo largo y ancho de toda la orbe, tanto en países comunistas como en los no-comunistas, los estudiantes y sindicatos salían a las calles a señalar los fallos estructurales de sus gobiernos, cuyo única misión era, y es, aparentar y robar.

Y México no fue ajeno a estos vientos de rebeldía. Desde hacía mucho tiempo atrás los movimiento sindicales habían sufrido mucho acoso por parte del gobierno, pero después una respuesta de desmedida violencia, por parte de la policía, a un partido de fútbol americano estudiantil, varias preparatorias y universidades se fueron uniendo, entre ellos la Universidad Nacional Autónoma de México, y se organizaron para llevar la protesta más allá del ámbito estudiantil, incluyendo a estos movimientos obreros y sindicalistas, al grado de demandar cambios en las leyes que ahora parecen indiscutibles, como la libertad de asociación.

Para no hacer el cuento largo, las fuerzas armadas tomaron la Ciudad Universitaria, el Politécnico y días después, en durante una marcha pacífica en la plaza de Tlatelolco, se dio la orden de apostar francotiradores en los edificios que rodean dicha plaza y que dispararan a matar al santo y seña.

Los medios de comunicación internacionales no dieron cuenta de la masacre. Los Estados Unidos sólo aceptaron cuarenta muertos, producto de la desbandada de los manifestantes. Los medios nacionales fueron cuidadosamente censurados. México es el país donde nunca pasa nada... hasta que pasa.

Ahora mi hipótesis:

Yo fui hijo de esa juventud que se movilizó durante el otoño del sesenta y ocho en México. Y yo, como todos mis compañeros, fuimos adoctrinados para no exigirle nada al gobierno, a denostar a quien lo hiciera; fuimos enseñados a repetir "el gobierno es ineficiente por naturaleza y sólo la iniciativa privada puede hacer algo por la sociedad"; "si no sabes, mejor cállate", "eres parte de la solución o eres parte del problema". A volver la cabeza ante las iniquidades de un gobierno corrupto, firmando un tácito contrato para ignorarse mutuamente, gobierno y sociedad civil.

Finalmente el neoliberalismo de Salinas de Gortari, vino a institucionalizar esta mal sana relación entre gobernantes y gobernados.

No obstante, este adoctrinamiento es resultado del miedo producto de un trauma, cuya última herida fuer la matanza Tlatelolco y la posterior de Corpus Christi. Aunque podemos decir que este trauma se extiende hasta el pasado remoto, con despóticos Tlatoanis, crueles virreynatos y los dictadores que siguieron a la independencia. Pero ese ya sería otro estudio más complejo.

Fuimos hijos de personas cuya alma fue corrompida y entregaron a sus hijos la mentalidad que les permitió sobrevivir: con el gobierno no te metas.

Y este discurso, como ya dije, fue utilizado por el neoliberalismo de Salinas, pero más aún por los dirigentes del Partido Acción Nacional, repitiendo el mismo discurso en cuanto foro encuentran, académico o empresarial. Pero ya no amenazan con la violencia, sino con la culpa católica: "Antes de pedirle cuentas al gobierno, pídete cuentas a ti mismo. Tú eres el que está haciendo las cosas mal en principio", o mejor aún "la corrupción empieza por ti".

Hay que regresar a los principios: el gobierno es nuestro empleado y debe debatir con la población de manera abierta y directa con sus gobernados. Hay que subir las velas para aprovechar las vientos de cambio que surgieron en Túnez, Egipto y ahora la península arábiga; vientos que corren por Europa, en España en particular, y comienzan a sentirse en los Estados Unidos.