4 December, 1:10pm

  1. As leis fundamentais da estupidez humana. Carlo M. Cipolla. (01/29/2010 - 01/31/2010)
  2. The hitchhiker's guide to the galaxy. A trilogy in four parts. Douglas Adams (01/01/2010 - 03/06/2010)
  3. Vida y destino. Vasili Grossman (03/06/2010 - 06/20/2010)
  4. A brief guide to the great equations. The hunt for cosmic beauty in numbers. Robert P. Crease (06/20/2010 - 08/11/2010)
  5. La cultura del terrorismo. Noam Chomsky (08/11/2010 - 09/18/2010)
  6. Taras Bulba. Nikolai V. Gogol (09/18/2010 - 10/03/2010)
  7. The god delusion. Richard Dawkins (10/03/2010 - 12/04/2009)

Hace pocos días B. me señalaba que le sorprendía mi entusiasmo por este libro, dado que el ateísmo le era tan obvio y consecuente como la tabla del dos. Pero el libro no tiene como objetivo dar argumentos a favor del ateísmo, el argumento a favor de la existencia de un dios personal es tan raquítico que con tres razonamientos, cualquiera, con dos dedos de frente y poco de honestidad intelectual, se desembaraza de semejante artilugio.

No, el libro tiene objetivo dar coraje y aliento a quienes han vivido y crecido en sociedades tremendamente teológicas, al grado de la superstición y el fanatismo. Y la sociedad en la que crecí es precisamente así. Guanajuato, en la República Mexicana, es uno de los estados con mayor fervor católico, el cual se refleja desde las cúpulas del poder. Y era incapaz de verlo en toda su dimensión. Me encontraba en tal estado de inmersión que sentía una sentida vergüenza por encontrar imposible un credo sin sentido, inventándome puntos medios, excusas para evitar toda confrontación.

Y para hacerla más espesa estudié la secundaria y preparatoria en una escuela marista, de la cual estoy muy orgulloso por las amistades que hice y por la educación recibida, no obstante ahora reconozco que los vejaciones psicológicas, emocionales e intelectuales de las que fuimos víctimas en tanto y cuánto a la religión se refiere, fueron de consideración... casi criminales... pero ante nuestros inocentes ojos, simplemente era lo correcto.

Añadamos a esos días de adolescencia los chantajes emocionales de mi madre, con los cuales no perdía oportunidad para obligarnos, a mi hermano y a mi, a ir a misa. De la primera comunión mejor ni hablemos, yo había dejado claro que no quería hacerla, sin embargo las piadosas madres de familia de clase alta con quienes iba al catecismo, me prometieron que un día encontraría esa fe y que todas mis dudas se evaporarían al ser uno con Cristo. Patrañas.

Mi rebeldía adolescente fue contra la religión. Durante las clases de religión emprendía cruzadas argumentales para dejar a compañeros y maestros más confundidos de lo que yo estaba. Pero aun así dudaba, quería creer, deseaba encontrar esa beata paz que tanto prometían. Recuerdo con tristeza algunas chicas que se acercaban a mi para preguntarme incrédulamente si realmente no creía en dios y si no creía en dios en qué creía. Eso es presión social. En la secundaria se puede ser todo, menos un alienado.

Fue entonces cuando decidí auto-denominarme como agnóstico. Me sentía yo de tal prosapia y erudición por aquel término medio, que ahora, después de la lectura de este libro, me abochorna: no era más que un cobarde. Incapaz de confrontar a mi familia, amigos y maestros, encontré un lugar donde podía estar en paz con mis dudas y sus demandas.

Pero ahora sé que fui víctima, con muchos otros de mis compañeros que lo sobre llevaron en silencio, de un abuso emocional y psicológico. Nos inocularon miedo, duda, ansiedad e incertidumbre, pero sobre todo, hipocresía. Hipocresía ante de la contradicción: vivir en un entorno donde todo mundo ignora de manera tácita que los preceptos católicos, tales como el uso de condón, la confesión, el ayuno, la comunión, la semana santa, la navidad. Nos acostumbramos a la inconsecuencia, al divorcio entre lo que pensamos y lo hacemos. Neurosis pura y dura.

¿No es más fácil declararse ateo? ¿No es más consecuente? ¿No es más sano? No hay dios, no hay escrituras sagradas, tampoco la moral ni la buenas normas están dictadas en ellas. Las religiones no tienen utilidad ninguna: no proveen explicaciones a nuestra existencia, no dan ninguna certeza ni absolutismo moral, no ofrecen un consuelo sustentable al afligido, ni otorgan la inspiración requerida para el mundo actual. El pensamiento religioso es sólo un lastre y una causa de estrés mental y emocional. Viviremos más sanos y tranquilos si podemos simplemente deshacernos de él, disfrutando la vida y el universo tal y como los vamos descubriendo y analizando.

Es un crimen envenenar a las mentes infantiles con absolutismos morales y de credo, ya que las generaciones futuras serán hombres pusilánimes llenos de miedo y tratando de solventar una contradicción sin salida. Mejor enseñemos el libre pensamiento, confiemos en su inteligencia, demos nuestras pautas, pero no las impongamos. Escuchémoslos, argumentemos inteligentemente, mostrémosles la gran diversidad que el universo nos ofrece. Ellos elegirán lo mejor.