Comenzando

Hoy fue mi primer día en Regilandia. El camino fue más tardado de lo esperado ya que al parecer hubo un accidente en la carretera lo que nos mantuvo parados por más de una hora. Y para seguir con las primeras veces, es la primera vez que me fuí en un Primera Plus. No está mal, lástima de atascón.

En el camino los tacos chilosos del Celaya pasaron a saludar. En la mañana pasaron por nosotros los papás de Norberto, quien se quedó a dormir en el depasónico después de la encervezada. Llevaban a Stephanie, una alemana amiga de Aurora de Shiefield, que, cómo dijo Fausto, a su lado, Gasparín está prieto. De ahí nos fuimos a los tacos chilosos, un puesto en Constituyentes, más insalubre que un basurero municipal, ofreciendo los tacos más chilosos que puede haber, de esos que te pican en los labios, luego en la lengua, siguiendo con el esófago, revolviendo el estómago y, como el chile campana, repica al salir. Si a mi, en el camión a Monterrey me hicieron deshacerme de mis circunspecciones para correr al baño, entonces no me quiero imaginar qué le pudo haber pasado a Stephanie.

Después fue hacer maleta, entregar las llaves del depasónico e ir al bautizo de Mariana, hija de mi prima Érica. Yo fui como siempre: mezclilla y playera, para darme cuenta al llegar que la cosa era elegante, y de camisa y pantalón no bajaba. Mi hermano dice que muchos me barrieron ante mi arreglo casual. Yo no lo noté, con la salvedad de que Érica no me saludó muy afectuosamente.

Pues salí al cuarto para las siete y llegué a Monterrey cerca de las cinco de la mañana (¡diez horas!). Me horrorizé al ver que la terminal de la Primera Plus no está en la central de autobuses de Regilandia, sino que es otro edificio. Me juré perdido. Así que pronto tomé un taxi para que me llevara al hotel. No fue muy lejos y ni tan caro. El hotel, para su precio de 600 pesos la noche, no es nada especial, aunque según esto es una cadena internacional. Ahora, pensándolo, con esta semana de hotel, me hubieran muy bien pagado un mes de renta. Chale...

En la mañana me bañé para caminar el trayecto del hotel a la oficina. Está retirado caminando. Pero llegué sin muchos problemas. Y el calor del lugar se hizo presente. Maldito calor. Sentía que me derretía en el asfalto. El problema es la humedad tan alta. Mi tio se rió de mi: "¡pero si no estamos ni a 40 grados!". Chale...

Después de descubrir la oficina, caminé a la Macroplaza. Me senté bajo la sombra de un árbol y me puse a leer el periódico el Norte, el cual compré en el Sanborns donde me senté a desayunar. Me fumé un cancrillo y me encaminé hacia el Obispado, que está en dirección opuesta a la Macroplaza, no sin antes tener una llamada telefónica con mi tio para irnos a comer con mi prima Ana.

Nos encontramos y fuimos por Ana quien estaba en un lavado de autos haciendo lo propio con su camioneta. Nos fuimos a comer a un lugar bastante agradable (y caro) donde ordenamos una pizza de champiñones (muy buena) en común y algo extra personal. Debo decir que la cerveza me entró de manera excepcional. El calor de regilandia y la cerveza Indio tienen una especial combinación.

Después de comer nos pusimos a visitar agencias de carros porque Ana quiere comprar un carro. Está obsesionada con los Jeeps. Nos alcanzó su novio en alguna agencia. Después de ver carros (¡qué cosa tan aburrida!) Ray dejó a su hija a su novio en donde había dejado ella su camioneta y me aventó a un Soriana, donde quería comprar un par de cosas. Regresé al hotel, me conecté a Internet, me bañé. Otra vez fui al Sanborns para cenar y leer el clasificado de bienes raíces.

Falta conseguir una guía del transporte urbano. Lo que está disponible en el sitio web de la alcaldía no me es suficiente, faltan las rutas de los municipios conurbados.

Mañana sabremos un poco más de la realidad. Me gusta estar inquieto por mi destino, sabiendo que sólo depende de mi. Me gusta saber que soy un componente activo de mi derrotero y no un mero observador que se resigna con "lo que sigue". En una palabra, sólo se es feliz cuando uno se hace cargo de su existencia.