Salvador en ciernes, a punto de entrar a vida pública, solicita magdalenas en búsqueda de redención.

Domingo, cuatro de la tarde, hace un calor infernal. Y esta gripa que resiste a irse. No tenía pensado escribir en este momento el blog, así que declaro que actúo bajo coacción. Pero sí tengo empollado qué compartir.

Siempre he creído, a pies juntillas, que un hijo no planeado jode la vida, los planes, el futuro. Sin embargo me enteré de una historia que pone perspectiva totalmente diferente dicho prejuicio:

Había una vez una chica, cuyos padres muy católicos, conservadores enervados, costumbristas a ultranza, de economía acomodada y vida desahogada, consienten a su primogénita mudarse a ciudad cercana para continuar sus estudios universitarios. La niña, apenas pasada la mayoría de edad, se descubre viviendo en la misma población donde vive su novio de toda la vida, libre de cadenas sociales y familiares, lejos del ojo vigilante y de la hipocresía social, con dinero de sobra e inteligencia marcada, decide entregarse a la disolución que su posición le permite.

Su novio prácticamente vive con ella, las fiestas se vuelven más salvajes, la moral se relaja, se rodea de personas cuya misión es el placer fácil y la emoción continua. Las noches se iban en beber hasta vomitar, echarse una línea para ecualizar y, de vez en vez, un arpón para volar. No importaba realmente el futuro. El placer del momento todo lo justificaba.

Sus propias compañeras de cuarto, que al igual que ella, era su primera vez fuera de la casa paterna, perdieron los estribos, dando rienda suelta, sin cuidado ni restricción salvadora, se entregaron a las delicias de la carne, procurando constantemente la variedad no tan selecta,.

La niña en cuestión, con algo de información, se decide por un método anticonceptivo, y le va bien por cuatro meses. Sin embargo descubre que su ciclo menstrual es interrumpido, y a pesar de haber sido toda su vida como mujer muy regular, decide no prestar atención, creyéndolo consecuencia de la inyección.

El tiempo pasa, la regla no se presenta y finalmente va una prueba segura de embarazo. Positivo.

Su primera opción es el aborto, pero temiendo una mala praxis, y mucha ignorancia de lo que es en realidad traer nueva vida sin más, decide seguir con su embarazo. Comienza entonces su suplicio de desintoxicación, dejando el alcohol, la mois, la cois, el arpón y hasta el tabaco. Su novio mismo decidió unirse a alcohólicos anónimos.

Y he aquí un caso, donde un hijo no planeado no jode la vida, sino lo contrario la restituye, le da un valor, una razón para no citarse diariamente con la autodestrucción.

Y en esta sobriedad él le pide matrimonio. Ella diligentemente lo rechaza. No había porqué saldar un error con otro. Y aunque para sus padres fue una gran vergüenza, una afrenta pública, una sobajación a sus principios, humillación social y decepción personal, la aceptan de nuevo en el seno familiar, proveyéndole las providencias necesarias para aliviar sus cuitas.

Hoy, con un niño de 5 años, los tres tratan de encontrar un orden en sus vidas, donde los errores salvadores se asuman, y con esta vida renovada, la esperanza de la felicidad sea certera y alcanzable. No les es fácil.

Proverbio chino: a los hijos hay que criarlos con un poco de hambre y con un poco de frío. Agradezco a mis padres por no haberme facilitado las cosas, así me enseñaron su valor.