Dialéctica, materialismo e historia
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Víctor JáquezÚltima actualización: domingo, 16 de febrero del 2014, 14:45 CET
El propósito de las siguientes notas es la de organizar mis ideas alrededor de la lectura de El Capital, de Marx. Es una obra compleja, que exige mucho del lector, comenzando por conocimientos previos de filosofía, historia y economía. Sirva esto de advertencia y aclaración que no soy experto en ninguno de los temas que a continuación exploro, y justifico mis inexactitudes a mi calidad de mero diletante.
Marx utiliza el método dialéctico para entender la realidad de manera concreta, es decir, no a través de abstracciones parciales, sino con sus movimientos, cambios e interconexiones, con sus lados opuestos y contradictorios, todo en unidad.
La dialéctica, en occidente, se usaba desde la Grecia antigua, como una forma de llegar a la verdad a través del debate racional, al enfrentarse ideas opuestas, en mutación y contradictorias. Sócrates la empleaba en su mayéutica y Heráclito la formula al enunciar: "Todo es y no es, ya que todo se transforma en un proceso de continuo nacimiento y destrucción". Nótese que la palabra clave es proceso: la realidad como un proceso, fenómeno dinámico y en transformación.
Para comprender un proceso en su totalidad, hay que entender en detalle las partes que lo componen, y la lógica ha sido la herramienta más saludada para esta tarea. Sin embargo, con la descomposición del fenómeno y el aislamiento de sus partes —lo que se conoce como análisis— no es suficiente para la comprensión del fenómeno en su totalidad. Se requiere de un esfuerzo que aglutine los diferentes análisis parciales —conocido como síntesis—. Es decir, la lógica es al análisis lo que la dialéctica a la síntesis.
La dialéctica se opone al pensamiento metafísico, que parte de una definición fija, inmóvil, casi sacralizada, del fenómeno. Esta forma de pensamiento es una extensión de la tarea de análisis, como si la síntesis fuera una forma más de análisis. Para el pensamiento metafísico, amigo de las ontologías, las cosas son o no son, siempre falso o siempre verdadero, nunca ambas. La exclusión y las categorías son los principios subyacentes de toda metafísica.
Sin embargo, la naturaleza se comporta de manera dialéctica, no metafísica, y por tanto, la ciencia moderna se ciñe a los principios de la dialéctica. Por ejemplo, la teoría de la evolución de Darwin rompe con la idea de especies de organismos inalterables y propone a las especies como un estado temporal y cambiante dentro de un larguísimo proceso. Ni qué decir de la física cuántica, donde la luz también es dialéctica: ¡es onda y partícula simultáneamente! O la teoría de la relatividad, donde cada observador mide de manera diferente el tiempo y el espacio. Etcétera.
Para la dialéctica, la verdad es la imagen global, compuesta por diferentes vistas parciales, donde dichas vistas no sólo pueden ser contradictorias en apariencia, sino que lo son en esencia, y coexisten y se interpenetran dentro de un proceso dinámico.
La dialéctica fue rescatada y culminada, dentro de la filosofía occidental, por el filósofo alemán Friedrich Hegel. Su gran mérito fue mostrar al mundo como un proceso natural, histórico e intelectual, en constante movimiento, cambio, transformación y desarrollo, rompiendo con la visión metafísica —dentro del significado marxista— subyacente en la ciencia y la filosofía de su época.
Pero hay un grave problema con el sistema hegeliano: para Hegel las cosas y sus procesos solamente son imágenes de la gran Idea Absoluta existente en algún lado y por la eternidad —por no llamarlo dios o algo parecido—. En una palabra, Hegel comulgaba con el idealismo objetivo, ya que para él el mundo es, en última instancia, la manifestación del desarrollo de una Idea inmanente al mundo, dirigida la Idea Absoluta. Lo cual es una contradicción epistemológica, ya que, por un lado, con la dialéctica, afirma que la verdad es inmanente, en constante evolución y transformación, y por el otro, también afirma que la verdad es trascendente, fija y absoluta.
Materialismo e idealismo han sido un campo batalla inmemorial en el desarrollo del conocimiento humano, y las posiciones dogmáticas han sido moneda común. A la luz de la ciencia actual, dado que aún nos es imposible tener una definición precisa de la materia, no podemos dar por zanjada la polémica. No obstante, debemos posicionarnos si queremos avanzar en el quehacer filosófico. Para un idealista, este quehacer se atiende con la meditación abstracta de las ideas; para un materialista clásico, con la contemplación de los objetos existentes de manera objetiva, es decir, que existen fuera de nosotros e independiente de nosotros.
Marx tiene una perspectiva materialista ligeramente distinta: para él la filosofía se ha limitado a interpretar al mundo, cuando su objetivo debería ser cambiarlo. Y para cambiarlo, el ser humano debe participar activamente en el mundo, es decir, experimentarlo, practicarlo. Por esta razón, un materialismo no inerte, donde la importancia está en los procesos dinámicos, en la interacción entre sujeto y objeto, es el único camino viable para una filosofía que busque revolucionar a la sociedad y al individuo.
La primer tarea de Marx fue traer la formalización hegeliana de la dialéctica al terreno del materialismo, lo que posteriormente se llamó Materialismo Dialéctico, como una forma de entender la realidad, que es la tarea de toda ciencia.
Para Marx y Engels, la única ciencia existente es la Historia. Esta puede dividirse en historia natural e historia del hombre. No obstante, ambas son inseparables ya que son dependientes una de la otra mientras el hombre exista. No está demás decir que Marx y Engels estaban interesados en el lado de la historia del hombre, surgiendo así el Materialismo Histórico, concepto fundamentado en el materialismo dialéctico aplicado a la historia.
De manera general, podemos decir que la historia es la ciencia y el arte de construir narrativas de los hechos registrados en el pasado, basados en el examen crítico de las fuentes. Los sesgos en la historia comienzan principalmente por la ideología de los historiadores, así como por el alcance y calidad de las fuentes disponibles.
El estudio marxista de la historia busca elucidar las condiciones, sobre todo las condiciones materiales, bajo las cuales la luchas históricas se llevan acabo, y luego identificar a los agentes que construyen la historia. Para el marxismo, los agentes son las masas de personas con consciencia propia, cuyas ideas y voluntades las heredan del pasado, y obtienen forma nueva a través de sus portavoces y líderes individuales. No son agentes de la historia las fuerzas de producción, ni los líderes aislados, ni las masas amorfas, sino todas y cada una de las personas al actuar bajo ciertas condiciones. Son estas condiciones y cómo la gente procura cambiarlas lo que da significado a las narrativas contadas por la historia.
La primer premisa de la historia —y del materialismo histórico— es la existencia de los seres humanos vivos. La vida presupone comer, beber, un lugar donde vivir, ropa, etcétera, es decir, medios de subsistencia. Los medios de subsistencia se obtienen a partir de la organización entre los individuos en relación con la naturaleza. Y esta organización física es el primer hecho histórico.
Un ser humano individual, dentro del materialismo histórico, debe ser capaz de hacer historia. Esto significa, en primera instancia, organizarse socialmente para producir las condiciones necesarias para su subsistencia, dentro de un entorno natural. Esta manera de organización y de producción, define la forma en que los seres humanos expresan su vida. Tal como un individuo expresa su existencia, se está definiendo a sí mismo. Por lo tanto, la naturaleza de los individuos depende de las condiciones materiales que producen y la forma en cómo las producen.
El elemento básico de los medios subsistencia en la sociedad capitalista contemporánea es la mercancía, y de este concepto precisamente parte Marx para la elaboración de su obra principal: el estudio del Capital. Theses On Feuerbach, Karl Marx, 1845 Socialism: Utopian and Scientific, Frederick Engels, 1880 The German Ideology, Marx y Engels, 1845 Why do we say that Hegel is an “idealist”?, Andy Blunden, 1997 Encyclopedia of Marxism, Andy BlundenBibliografía