El loco afán de Lemebel

Paula insistió en que leyera Loco afán: crónicas de sidario inmediatamente. Ella ya había leído Tengo miedo torero, una novela del mismo autor, y la había disfrutado, mas no al punto de plantarlo frente a mis ojos. La diferencia fue su intuición de ciertos puentes entre las crónicas que componen la obra y mis aspiraciones literarias. Yo jamás había reparado en el género de la crónica hasta ahora. Me pregunto si debería desmarcarme de mis pretensiones cuentísticas y abordar la crónica. ¿Acaso se compaginan ambos géneros? En todo este tiempo he aprendido que el cuento exige un dominio técnico total del texto: el lenguaje, el ritmo, el control absoluto de lo dicho pero mayor aún el de lo que no se dice, la sorpresa; mientras que la crónica se me presenta casi como puro artificio lingüístico para contar anécdotas enmarcadas por sesudos comentarios.

Pedro Lemebel habla desde la marginalidad, desde la suya propia: homosexual, de familia paupérrima, comunista en un país de milicos imponiendo al capital, donde los escasos y derrotados correligionarios eran tan machistas, homófobos y misóginos como los primeros. Así, desde esta descolocación Lemebel cuenta la vida, arroja luz sobre esos territorios oscurecidos a posta por la bonita sociedad: homosexualidad, travestismo, prostitución, pobreza, enfermedad, erotismo. Echar luz sobre lo que se niega requiere arte y mucho conocimiento. Ésta no nace de chiripas ni ingenuidad. Cita a Deleuze, se habla de tú con Félix Guattari y con el anteriormente conocido Subcomandante Marcos. Y con esas cartas nos presenta a sus amigas, las locas, que murieron de sida, pasaron por la cárcel y el oprobio, mas nunca se negaron a sí mismas. Lemebel ofrece mudar la seria mirada masculina de dominación y supremacía por el delicado deseo de la otredad, de una femenina apertura del cuerpo y el alma, por la celebración emplumada al desborde.

Pedro Lemebel

Pedro Lemebel (origen)