el imperativo categórico de escribir
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Víctor JáquezTransamérica
El miércoles pasado fui a ver la película Transamérica. La película es buena, pero creo que lo mejor son las preguntas que deja abiertas al expectador. La historia es sobre un transexual, previo a su operación de sexo, que encuentra que tiene un hijo adolescente. Viaja de Los Ángeles a Nueva York en su encuentro y resulta ser un intento de salvamento de un joven perdido en las drogas y la depravación. La historia obtiene su pretexto y ambos viaja en automóvil de regreso. Entonces tenemos dos personajes que son el epítome de la confusión existencial. Las preguntan vienen en seguida: el viejo y caluroso debate de la paternidad en la homosexualidad/transexualidad ¿una pareja homosexual podrá criar un hijo? ¿alguien a quien el prejuicio señala como perdido en sí mismo, podrá guiar a otro perdido? ¿qué necesita un hijo? ¿qué necesita un padre? ¿qué significa la paternidad? ¿la paternidad tiene que ver con el sexo? ¿con la sexualidad? ¿cómo se debe manejar la tolerancia y el respeto en una relación padre/hijo? ¿la orientación sexual es una preferencia no imitable? ¿cómo se ayuda a otro ser humano?
Son importantes preguntas que están permeando en la sociedad.
Ballet
El jueves fui al ballet. El ballet de Monterrey presentó El lago de los cisnes. Jamás había ido al ballet. Mi única apreciación coreográfico han sido los bailes en los que tuve que participar, de manera ocasional, en la primaria, secundaria y preparatoria, es decir, reconozco que es muy difícil. Pero esta vez he quedado prendado. La belleza de los movimientos, la gracia, la sutileza. Es un himno al lenguaje corporal, como una posición, un movimiento, un desplazamiento en el escenario, junto con la música pueden hacer presentes en el público las grandes emociones humanos: amor, odio, miedo, coraje, represión, liberación.
Me da mucha alegría que en esta ciudad se cultiven de manera formal las artes. Aunque debo reconocer que las estrellas de la compañía son extranjeros, en particular cubanos, cosa que no es necesariamente mala, ya que es importante ver y confrontar el talento extranjero con el nacional.
En particular me impresionó mucho la coreografía del Danse des petits cygnes. Un derroche de talento y belleza que arroban al expectador y terminas con una emoción que apenas te cabe en el cuerpo.
Saliendo de ahí fuimos al Café Iguanas, donde se había corrido la voz en la oficina que se reunirían para el cumpleaños de Denisse. Me sorprendió ver que había música electrónica con DJ relativamente buenos. Como no tenía trato especial con ninguno de los presentes, pues me puse a bailar sólo, y brinqué y cabeceé y agité los brazos... estaba inspirado por el ballet. Imaginé que mis colegas me verían como bicho raro (prejuicio clásico) pero no, todo lo contrario, hasta una chica con quien nunca había cruzado palabra, se acercó a platicar un instante.
PD: Acabo de descubrir que existe la partitura coreográfica. En el ballet me preguntaba cómo transmitían los movimientos de las obras. Interesante.
Parranda
El viernes salí con Fausto, Adrián y Sandino a montar las calles regias. Primero caímos, como niños fresas al Sierra Madre por unas frayles. Luego fuimos en busca de un lugar que le habían recomendado a Fausto. Después de muchas vueltas y retornos lo encontramos. Una cantina donde el plato de camarones empanizados sale a $20 varos, la cerveza a $14 y el bisté a la plancha $10. Extraordinariamente a ninguno nos hizo daño. Seguiremos visitando el fino establecimiento, que para deleite de sus parroquianos, tiene un televisor de 24 pulgadas en el mingitorio, además de dos mesas de billar.
Matamoros
El sábado y domingo me fui a Matamoros, a 4 horas de viaje en camión de Monterrey. Llegué a casa de Vicky y su mamá, quienes muy amablemente me atendieron. Finalmente pude comer comida casera y dormir en una cama como Dios manda. Fuimos a ver El diablo viste a la moda. Está entretenida. Ya en casa de Vicky vimos otra película en DVD que tenía: Ti voglio bene Eugenio, que es una divinidad de película, muy tierna y aleccionadora. Yo creía que las personas con síndrome de Down viven poco tiempo, que no llegan a la vida adulta, pero, como suele suceder, parece ser que estaba equivocado.
Al día siguiente fuimos a Playa Bagdad. Cosa que me parece muy curiosa: que la ciudad se llame Mata-moros y la playa tenga un nombre árabe. El mar, la playa, el sol. Regresé orgulloso a Monterrey: había pasado mi fin de semana en la playa. Rogaba que en la oficina notaran mis quemaduras de sol. No fue así. Bueno, da igual.
Del resto
Tengo la consciencia intranquila porque PP está retrasado, y tuve que pagar más por mi vuelo al DF por no haberlo comprado el viernes. La desidia mata oportunidades.