G.

  1. La Tregua. Mario Benedetti (01/08/2013 - 01/12/2013)
  2. El país de uno. Denise Dresser (12/28/2012 - 02/17/2013)
  3. Nemesis. Philip Roth (02/17/2013 - 03/17/2013)
  4. Mi amor en vano. Soledad Puértolas (03/17/2013 - 04/01/2013)
  5. Las venas abiertas de América Latina. Eduardo Galeano (04/02/2013 - 05/26/2013)
  6. G. John Berger (04/11/2013 - 06/17/2013)

G.

¿Quién es G.? Un seductor.

Cuando Zeus se disfrazaba de toro, de sátiro, de águila o de cisne para aproximarse a la mujer de la que se había enamorado, no lo hacía sólo por la ventaja que le podría deparar el factor sorpresa: era para encontrarse con ella (en los términos de esos extraños mitos) como un extraño. El extraño que te desea, y que te convence de que eres en verdad tú en toda tu particularidad a quien desea, trae un mensaje de parte de aquello que podrías ser a la persona que eres realmente. La impaciencia por recibir el mensaje será casi tan fuerte como el sentido de la propia vida. El deseo de conocerse supera a la curiosidad. Pero ha de ser un extraño, pues cuanto mejor lo conozcas, como la persona que eres realmente, y mejor te conozca él, menos podrá revelarte de ese ser tuyo desconocido pero posible. Ha de ser un extraño. Y al mismo tiempo ha de tener contigo una intimidad misteriosa, ya que de lo contrario en lugar de revelarte tu ser desconocido, se limitará a representar a todos los que te son desconocidos y para quienes tú también lo eres. Íntimo y extraño. De esa contradicción en términos, de este sueño, nace el gran dios erótico que toda mujer alimenta o extermina.

—John Berger (G.)

Pero no un seductor de dimensiones vulgares como Don Juan o Giacomo Casanova, ni Porfirio Rubirosa y mucho menos el detestable Gene Simmons. No, G. no es un producto que se sabe colocar en un mercadillo de sexo barato. G. seduce moviendo sutiles hilos que conducen al deseo. En la novela no se acuesta con miles de mujeres, únicamente se narran los encuentros con cinco mujeres, de las cuales sólo tendrá sexo con tres. Las últimas dos no lo conducirán a la petite mort, sino a la grand mort.

G. sabe afinar esas cuerdas que las mujeres tocarán para llamarlo a él y sólo a él. Aunque, como ya sabemos, la consumación es la muerte del deseo.

El tratamiento de los personajes, de la Europa al borde de la Primera Guerra Mundial, los paisajes italianos, ingleses, sudafricanos y vieneses, resultan fascinantes. Pero más fascinante aún es su tratamiento de deseo sexual, su inefabilidad, su especificidad y por tanto la frustración en las palabras.

La deseo obsesivamente. Lo que estoy dispuesto a arriesgar por ella determinará para ambos el valor de todo lo que hay en ella, el significado del más mínimo de sus movimientos, la fuerza de lo que la diferencia del resto de las mujeres. Y lo que estoy dispuesto a arriesgar es el mundo. Por eso, ella adquirirá el valor del mundo: contendrá, en lo que a los dos respecta, todo lo que está fuera de ella, incluido yo mismo. Me envolverá. Pero seré libre, porque habré escogido estar ahí, como no he escogido estar aquí, en el mundo y la vida que estoy dispuesto a abandonar por ella.

—John Berger (G.)