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La acusación de Bandi

Tiempo de lectura estimada: 5 minutos

Víctor Jáquez

La acusación es un libro de cuentos cuyo autor, coreano, se mantiene en el anonimato. Hasta allí lo creo. Su editorial dice que se trata de un escritor norcoreano que sigue viviendo allí, oriundo de la región de Hamgyeong, y que pertenece a la Federación de Autores de Choseon, rama de la Federación General de Literatura y Artes. ¿Por qué dudar de lo que dice su editorial surcoreana? Por las mismas razones para dudar de las narrativas manufacturadas por los órganos de propaganda de todos los gobiernos del mundo, sobre todo concernientes a sus atenciones militares, tal como Corea del Sur, que tiene un alto registro de mentiras propaladas en tanto en cuanto de su hermano siamés se trata.

Plaza Kim Il-Sung

Torre Juche y plaza Kim Il-Sung.

Eso sí, los cuentos están estupendamente escritos. Me han servido mucho para visibilizar las reglas que dominan la escritura de cuentos: cada palabra, cada párrafo, cuenta; todo está relacionado; la simbología es un recurso muy útil; el uso de atmósferas, imprescindible. Son cuentos sumamente eficaces, precisos y bien narrados. Nada sobra. El manejo temporal es también digno de estudio, ya que introduce analepsis de manera muy natural y clara. Un problema son los nombres de los personajes que están en coreano, y frecuentemente son muy similares entre sí, así que no es fácil saber de quién se está hablando. Los cuentos tienen un narrador en tercera persona, cercano al punto de vista de los personajes.

Me gusta cómo se refleja la sociedad coreana en los textos, en especial una sociedad gira alrededor de la infancia: Allí las personas adquieren un nuevo nombre en función de su infante más cercano. Así terminan llamándose "padre de …", "tía de …", "primo de …". El papel reproductivo sigue siendo el pivote de la organización social al grado de otorgar identidad. Supongo que eso haría muy felices a las tradwifes.

Bandi, sobrenombre del autor que significa luciérnaga, es un escritor con oficio. Mi primera lectura revela en sus cuentos estructuras y manejo de los tiempos verbales que me gustaría estudiar. La lectura inicial muestra la superficie de los textos, es decir, la trama y sus temas, que es con lo que la mayoría de los lectores nos quedamos. La estructura aparece con una segunda lectura. Ya revelar los mecanismos empleados por el autor, exigiría una tercera lectura. Por ahora me quedo en la superficie y con el prurito de releerlo más adelante. Pero es aquí, en la trama y sus temas, donde ya tengo reparos, porque es donde está lo que me parece propaganda fehaciente.

Los siete cuentos que componen el libro tienen la fecha en la que fueron finalizados: van desde 1989 hasta 1995. Coincidentemente, esos años fueron los prolegómenos de la gran hambruna que padeció el país. ¿Por qué no narrar esas hambrunas? ¿Por qué limitarse a narrar eventos singulares que evidencian las condiciones sociales necesarias para que, sumadas a las catástrofes climáticas y la disolución de la Unión Soviética, condujeron al infierno? Tal vez debido a que el verdadero horror no es literario. O tal vez, narraciones sobre cómo sorteó el país dicha calamidad no es de interés para la propaganda occidental.

El volumen abre con un poema a modo de prefacio:

Aquel viejo barbudo europeo
proclamó que el capitalismo es un mundo de oscuridad
mientras que el comunismo es un mundo de luz.

Yo, la luciérnaga, que vivo en el mundo de luz,
estoy destinado a brillar en el mundo de la oscuridad
y denuncio que esta luz
es, en realidad, una noche sin luna,
negra como un río de tinta
surcando el fondo de la tierra.

Cuando hice mi tour por Corea del Norte una de las cosas que más me llamó la atención es que en Pyongyang, a diferencia de Moscú, no hay ni rastro de Marx ni Engels. La mayoría de los monumentos giran alrededor de los líderes. En uno de los textos sobre el Songun, Kim Jong-il desterró casi todo el marxismo-leninismo de la ideología Juche al poner al ejército como sujeto revolucionario en lugar del pueblo trabajador. Sin embargo, Bandi se esfuerza en culpar a Marx y a sus ideas de la deriva autoritaria de su país, como suelen hacer la mayoría de los boquiflojos que se dicen anticomunistas, sin mencionar siquiera a su Juche. El marxismo como cajón de sastre para explicar todos los males humanos posibles. Y esto para mí desvela sin pudor la intención propagandística de la obra.

Otro de los temas que se repiten en los cuentos es el antagonismo entre individuo versus sociedad, versus partido. Los cuentos señalan el proceso ideológico impuesto que busca erradicar el individualismo de las personas y que piensen siempre en función de la colectividad. Grandes castigos son impuestos por individuos ignorantes con poder sobre el pecado del individualismo de la gente capaz pero carentes de poder. ¿Alguien dijo lugares comunes de la propaganda anticomunista? La tensión dialéctica entre individuo y sociedad es prácticamente universal y se volvió más acuciante desde la Ilustración, donde el concepto de individuo ocupó la cúspide en la escala de valores de los Estados modernos. No obstante, en Occidente nos inventamos una bonita historia para consolarnos ante este igualmente aplastante antagonismo: los individuos ganadores son capaces de imponerse sobre el colectivo (siendo el Estado su Leviatán), y si no pueden, son perdedores y merecen su derrota. Meritocracia.

En suma, estamos ante narrativas que buscan producir pena y aflicción entre los lectores. Tal como las historias de cubanos en Miami, venezolanos en Madrid, mexicanos en Los Ángeles, de gringos y sus sistema de salud, etc.. Historias que pretenden sumar adeptos violentos a una Cruzada en contra de los infieles al sistema mundo o al sistema de la historia.