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La tercera mujer

Tiempo de lectura estimada: 5 minutos

Víctor Jáquez
  1. La Tregua. Mario Benedetti (01/08/2013 - 01/12/2013)
  2. El país de uno. Denise Dresser (12/28/2012 - 02/17/2013)
  3. Nemesis. Philip Roth (02/17/2013 - 03/17/2013)
  4. Mi amor en vano. Soledad Puértolas (03/17/2013 - 04/01/2013)
  5. Las venas abiertas de América Latina. Eduardo Galeano (04/02/2013 - 05/26/2013)
  6. G. John Berger (04/11/2013 - 06/17/2013)
  7. El arte de amar. Erich Fromm (05/18/2013 - 06/20/2013)
  8. La tercera mujer. Gilles Lipovetsky (07/09/2013 - 08/17/2013)
La Tercera Mujer

El filósofo francés Gilles Lipovetsky nos propone el génesis de "la tercera mujer". Gilles distingue tres estadios históricos en la percepción social (mayoritariamente masculina) de la mujer:

Sobre la primera mujer, Lipovetsky resume:

La mujer como mal necesario encasillado en las actividades sin brillo, ser inferior sistemáticamente desvalorizado o despreciado por los hombres [..]

Sobre la segunda mujer:

A partir de la potencia maldita de la mujer ser edificó el modelo de «segunda mujer», la mujer exaltada, idolatrada, en la que las feministas reconocerán una forma suprema de dominio masculino.

Y la tercera mujer:

[..] en todos los casos la mujer se hallaba subordinada al hombre [..] no era nada más que lo que el hombre quería que fuese. Esta lógica de dependencia respecto de los hombres ya no es la que rige en los más hondo la condición femenina [..] Desvitalización del ideal de la mujer de su casa, legitimidad de sus estudios y trabajos femeninos, derecho de sufragio, «descasamiento», libertad sexual, control sobre la procreación son otras tantas manifestaciones del acceso de las mujeres a la completa disposición de sí mismas [..]

Lipovetsky analiza estos tres estadios históricos a través de cuatro aristas: sexo, amor y seducción (capítulo uno); la belleza (capítulo dos); el trabajo (capítulo tres) y el poder (capitulo cuatro).

Por fines de brevedad, sólo haré una reseña del primer capítulo, que fue el que más me chocó, ya que viniendo del análisis de Fromm sobre el amor, el tratamiento de Lipovetsky me resultó patológico y mundano. Pero es que ambos difieren en la misma medida de la diferencia entre la realidad de hecho y la realidad por derecho. Fromm es lo segundo, Gilles lo primero: habla de cómo es la realidad, sin antisepsia.

Lipovetsky describe al amor como una invención occidental que se construye según una lógica social fundamentada en la desigualdad estructural entre hombres y mujeres: en el hombre, el amor es más un ideal contingente que una razón exclusiva de vivir, al contrario de la mujer enamorada, que sólo vive por y para el amor. Y esta ideología del amor ha contribuido a reproducir una representación social de la mujer dependiente del hombre por naturaleza.

A finales del siglo XVIII ocurre lo que podríamos identificar como la «primera revolución sexual», cuando se impone la libre elección de pareja en detrimento de las consideraciones materiales y de la sumisión a las reglas tradicionales.

Desde entonces hasta ahora, se consideraba que el amor realizaba y enaltecía a la mujer. Sin embargo, con la llegada de los movimientos feministas, se culpará al amor de estar al servicio de la mujer objeto y de degradar la vida auténtica.

El discurso del corazón se margina en relación con la retórica del libido. Lo obsceno es lo sentimental y la sexualidad es presentación diaria. No obstante, esto tampoco ha gustado ni a las mujeres ni a los hombres, por lo que la revolución sexual no ha detenido la continuidad del reparto sexual de los roles afectivos. Dos tendencias contradictorias que puede ser interpretadas como un apoyo de los valores modernos y que sin embargo, permanece fiel a la división tradicional de los sexos.

En cuanto a la seducción, históricamente el papel «ofensivo» corresponde al hombre, eso significa que debe dar prueba de agresividad, coraje y audacia. Por su parte, la mujer está destinada al papel de esperar y de resistir.

No fue sino hasta el siglo XIX cuando la figura del Don Juan estructuró ésta lógica de seducción masculina en tres principios básicos: la declaración de amor, las lisonjas a la mujer y la promesa de matrimonio.

Pero la época contemporánea enterró al Don Juan. Desde los años cincuenta ya no se corteja, se «liga»: la seducción entra en un proceso de desformalización y desublimación: Seducción sin énfasis, sin promesas ni ritos; hay que limitarse a ser uno mismo. Seducción tranquila y minimalista, donde la táctica más eficaz es el humor. La promoción del humor viene del deseo femenino de relaciones menos convencionales, más libres y de mayor complicidad con los hombres.

Con el declive de la figura de Don Juan, la cultura masculina del ligue ha entrado en un ciclo de recesión, principalmente por la desacralización del sexo y de la galantería como tipo de cacería; somos testigos de un desencanto de las cuestiones libidinales, gracias al eclipse de los grandes tabúes religiosos y morales, la trivialización de la libertad sexual y el derrumbe del imaginario contestatario: la carne ya no vehicula ningún sentido social trascendente, subversivo o liberacionista.

Cuando «Todo está permitido», la conquista de las mujeres deja de ser una prioridad masculina; cuando el sexo carece ya de sentido colectivo, se intensifica la búsqueda del sentido de la vida íntima por parte del varón; cuando Eros es «desacralizado», comienza el desencanto de la figura de Don Juan.