Lecturas veraniegas

Sospecho que este texto no será el esperado por alguno de los selectos y generosos lectores de este espacio. Lamento decepcionarlos, pero sostengo que la disciplina es importante, y ésta exige un flujo del tipo pila, cuya filosofía es "a primeras entradas, primeras salidas". Así que, debido a impedimentos espaciales, revisemos los últimos libros que han pasado por mis manos y que no he tenido oportunidad de registrar.

Recuerdo vivamente cuando compré el libro de La Comuna de París, de Louise Michel. Íbamos caminando sin rumbo por Valencia, cuando al entrar a un parque, desconocido para nosotros, nos encontramos, para nuestro júbilo, con la feria del libro de la ciudad. Aunque no tenía intención de comprar nada, ya por aquellos días mi lista de libros por leer me resultaba agobiante (ahora es peor), me topé con este volumen y supe de inmediato que debía llevármelo.

En la víspera había visto el programa sobre Louise Michel en la Escuela de Cuadros y me había entusiasmado mucho la vida de esta mujer: inteligente, preparada, de pragmatismo revolucionario que participó y defendió ese hermoso periodo de la historia conocido como la Comuna de París.

En este libro, Louise nos cuenta los antecedentes, los sucesos durante la Comuna y su aniquilación por parte de la burguesía francesa, desde su perspectiva. Termina Louise con su exilio en Nueva Caledonia.

A grandes rasgos, la Comuna surge con la caída del imperio napoleónico, cuando Napoleón III es capturado por las tropas prusianas, estableciéndose un gobierno provisional en Francia. Este gobierno decide abandonar París y refugiarse en Versalles, dejando al pueblo a merced de las tropas de Bismarck, dispuestas a saquear la capital. Es entonces, cuando este pueblo, compuesto por una incipiente clase proletaria, campesinos, artesanos, pensadores, etcétera, deciden organizarse democráticamente, formar un gobierno municipalista, autónomo y asambleario, con tal éxito, que pudieron contener los ímpetus de las tropas prusianas, y fundar una sociedad sin clases sociales, con pleno empleo y desarticulando la propiedad privada. Otras ciudades, como Orleans, Marsella, Lyon, Toulouse y hasta las colonias como Argelia, comenzaron a imitar la rebeldía de la Comuna contra el gobierno provisional de la Tercera República, formando las suyas propias. El repudio a este gobierno provisional, aunque sostenía ser una república, se debía a que estaba constituido por quienes ya estaban en el poder durante el imperio de Napoleón III. Es decir, no significaba ningún cambio real en las condiciones de los trabajadores franceses.

La Comuna de París se convirtió, por tanto, en un peligro para la clase dominante en Francia, y Thiers, presidente provisional de la Tercera República, decide aplastarla. Aunque la Comuna se defendió valientemente, tanto por las armas como contra la propaganda reaccionaria (no hay nada nuevo bajo el sol), finalmente fueron derrotados, llevándose a cabo fusilamientos en masa contra casi toda la población de París. Louise tuvo suerte, y no fue fusilada de manera extrajudicial como tantos otros, sino que se le llevó a juicio y fue exiliada al otro lado del mundo, hasta Nueva Caledonia, donde permaneció siete años, hasta que se le fue otorgada una amnistía parcial.

Fueron tantos los horrores cometidos por la reacción contra el pueblo parisino, que la burguesía francesa decidió edificar una hermosísima iglesia, allí donde la defensa de la Comuna fue más ardua y férrea: la basílica de Sacré-Cœur, en Montmartre, y acallar así sus propias consciencias.

Basílica del Sagrado Corazón de París.

Basílica del Sagrado Corazón de París.

La Comuna de París sirvió como ejemplo e inspiración para Marx, quién vio en ella el surgimiento de la consciencia proletaria, consecuencia de las mismas contradicciones del sistema capitalista, que da cuenta de su condición, de su poder, su auto-determinación y decide "tomar el cielo por asalto".

Leí First love and other novellas, de Samuel Beckett, durante el viaje que realicé, hace unos días, en el tren Transiberiano, entre Irkutsk y Vladivostok.

A decir verdad no fue sino hasta muy recientemente que supe de Samuel Beckett. Sin embargo, su presencia se volvió más insistente el año pasado, en el viaje a Dublín que hice en octubre. Posteriormente, en diciembre, en una librería de Barcelona, vi este libro y decidí llevarlo conmigo durante todo el periplo europeo que hice ese fin de año.

Entré al mundo de Beckett sin preparación. Beckett era (y aún es) un completo desconocido para mi. Por tanto, el encuentro tuvo tintes más bien amargos. No me esperaba su temática, que terminó por aderezar mi estado de ánimo durante los tediosos paisajes siberianos.

Beckett y cuadernillo de notas transiberianas.

Beckett y cuadernillo de notas transiberianas.

El libro consta de cuatro nouvelles: The End, The Expelled, The Calmative y First Love. Leí en la introducción que estas obras fueron escritas por Beckett originalmente en francés, y posteriormente traducidas al inglés, una de ellas por el mismo autor. Las cuatro historias rondan una misma temática: un hombre, el narrador en primera persona, bajo una condición terrible de desamparo y decrepitud, que me recordaban los personajes de Poe o de Lovecraft, y que insistían, pese a todo, en encontrar una existencia llevadera. En esta terca búsqueda ocurre inevitablemente un encuentro, aparece un otro, una persona que acarrea un momento de violenta intimidad: un vagabundo, un cochero, una mujer...

Por ejemplo, en First Love, el protagonista nos dice:

I didn't understand women at that period. I still don't for that matter. Nor men either. Nor animals either. What I understand best, which is not saying much, are my pains.

Brutal.

Pero terminé el libro lo más rápido que puedo leer en inglés, cosa que me cuesta mucho. Y me moví al siguiente libro que llevaba conmigo en el tren: La apariencia de las cosas, de John Berger. ¡Ah, qué delicia es leer a Berger!

El volumen es una selección de artículos escritos por Berger sobre visión sobre ciertos personajes de la historia y el arte, desde el Che Guevara, hasta Corot; comentarios suyos sobre la pintura, el dibujo y la fotografía; su manera de entender el arte moderno desde su marxismo, como rechazo a la propiedad privada y a la mercantilización de la obra de arte.

Pero fue una pena leer este libro sin acceso a Internet. Hubiera sido una experiencia mil veces más satisfactoria leer sus observaciones de pinturas específicas o el desarrollo artístico de un pintor, teniendo en frente sus pinturas. Pero en ese momento estaba incomunicado del mundo, en un tren en marcha, atravesando husos horarios como estaciones ferroviarias.

  1. The grapes of wrath. John Steinbeck (11/23/2016 - 03/20/2016)
  2. Saltaré sobre el fuego. Wisława Szymborska (03/20/2016 - 04/02/2016)
  3. Miedo a la libertad. Erich Fromm (03/07/2016 - 04/10/2016)
  4. Chavs. La demonización de la clase obrera. Owen Jones (04/10/2016 - 04/24/2016)
  5. Vigilar y castigar. Michel Foucault (04/25/2016 - 07/01/2016)
  6. Ampliación del campo de batalla. Michel Houellebecq (07/01/2016 - 07/02/2016)
  7. La madre. Máximo Gorki (07/03/2016 - 07/17/2016)
  8. O pouso do fume. Dores Tembrás (07/17/2016 - 07/21/2016)
  9. A distancia do tambor. Eva Veiga (07/21/2016 - 07/28/2016)
  10. La Comuna de París. Historia y recuerdos. Louise Michel (07/24/2016 - 08/12/2016)
  11. First love and other novellas. Samuel Beckett (08/12/2016 - 08/20/2016)
  12. La apariencia de las cosas. Ensayos y artículos escogidos. John Berger (08/20/2016 - 08/31/2016)