Mateo 6:26

Colocábamos monedas de cien pesos sobre las vías del tren para que éste, al pasar, las aplanara. El rostro de Venustiano Carranza, troquelado en aquella moneda gorda y dorada, que ya poco podía comprar, se desvanecía.

Ese trozo de metal deforme, ante nuestros ojos, resultaba más interesante y valioso que como medio de cambio, bajo su forma original, aunque nuestros padres objetaban con vehemencia.

Sentados en los rieles esperábamos al tren, amontonando grava de ferrocarril y charlando sobre temas importantes como mujeres, el big bang, la muerte.

"Si estuvieras de viaje en un país remoto y tus papás fallecieran ¿sobrevivirías?", preguntó Beto. Mi reacción fue contestar de inmediato "¡Claro!". Sin embargo, con respecto visualizaba aquella situación, me conmocioné, ya que tuve conciencia, de golpe, de mi inutilidad, de lo frágil de la existencia. "Lavaría platos, o algo", intenté argumentar, más a mi fuero interno que al interlocutor. "Yo robaría", contestó Beto; "lo que sea necesario". "Yo tal vez no pueda", confesé atrapado en mi ejercicio de inmersión. "Y por eso tú no sobrevivirás", sentenció mi amigo.

Enormes pinos flanqueaban aquellos rieles. De uno de ellos, en ese instante, cayó un polluelo. Nos acercamos para mirar con detenimiento. Tenía aún mojado su escaso plumaje con un líquido denso y amarillento. Un espasmo, posterior a la caída, decretó su final. Recordé la clase de religión de esa misma mañana, el hermano marista había citado el Sermón de Monte, cuándo Jesús dice: "Mirad las aves del cielo que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta ¿No sois vosotros de mucho más valor que ellas?"

Aquella noche troqué mis oraciones por la respuesta a esa pregunta: "No, no lo somos".

Moneda de 100 pesos con rostro de Venustiano Carranza

Moneda de 100 pesos con rostro de Venustiano Carranza (fuente)