Pérdida

Lejano el aullido
como la voz de mi madre
al mirar la televisión:
—Una caricatura más, mamá.

Cuando llegamos
el lamento había cesado,
así como su dolor.

No deseaba
atestiguar su agonía.
Ya no quería escuchar:

Morfina sin revancha
de un páramo uterino
que aniquila de hambre.

La habitación,
vacía de silencio,
se llena de culpa.

Sin televisión,
hubiera enfrentado
su enjuta carne,
el terrible rictus
y entonces
la muerte,
el dolor,
tendrían un sentido.