Tezcatlipoca: burlas y metamorfosis de un dios azteca
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Víctor JáquezTerminé Tezcatlipoca: burlas y metamorfosis de un dios azteca, de Guilhem Olivier. Un libro académico, árido, leído con más disciplina que entusiasmo. Pero aprendí mucho. Uno de estos aprendizajes es que hay disciplinas que corresponden a un nivel de abstracción. En este caso,
- etnógrafo: trabaja sólo con los materiales, evita la abstracción, se limita a la evidencia.
- antropólogo: reúne el trabajo de los etnógrafos e intenta darle una explicación, sentido. Añade abstracción.
- historiador: prefiere habitar la abstracción construyendo narrativas, descartando evidencia contraria si es necesario.
Es por esto que hay que escuchar críticamente a los historiadores: sus explicaciones suelen llevar una pesada carga ideológica que no hay que soslayar. Armando Fuentes Aguirre, conocido como Catón, Juan Miguel Zunzunegui, Enrique Krauze, y si me apuran hasta Lorenzo Meyer, son historiadores que crean narrativas para explicar el presente basados, sobre todo, en sus intereses políticos, porque buscan moldear a la sociedad actual explicándola a partir de una explicación conveniente, con un desarrollo casi lineal.
El libro recorre la escasa evidencia material que nos permite atisbar la vida, religión y organización de las culturas prehispánicas, en particular la del imperio mexica. Así de vehemente fue la destrucción de los conquistadores, en especial del clero catequista. Salvo las raras excepciones de Bernardino de Sahagún, Diego Durán, y otros que, por encima de las exigencias de su fe, hicieron un trabajo etnográfico, aún antes que la disciplina en sí existiera, que preservó el legado de estas antiguas civilizaciones.
Aprendí que la religión azteca no es una serie de preceptos estancos, donde cada dios tiene una explicación, un poder, una definición, como los dioses grecolatinos, o el catecismo cristiano. No. Aquello era un saber vivo y en mutación. Las características de los dioses aztecas evolucionaron con el tiempo y los diferentes pueblos que les rendían culto. Hay un continuo entre civilizaciones: desde Teotihuacán, siguiendo por Tollán y Bonampak, hasta Tenochtitlán, y los pueblos indígenas contemporáneos con sus sincretismos.
Tezcatlipoca era un dios de dioses, muy complejo, aunque siempre en relación con Quetzalcóatl. Los mexicas luego hicieron una tríada con Huitzilopochtli. Los misioneros, al identificar artificialmente a Tezcatlipoca con el diablo cristiano, aniquilaron su culto con saña. Pero, lo dicho, no era un dios definido, tenía muchas apariencias, animales y personas representantes, o ixiptlas. Tal vez sus elementos más importantes fueron el espejo (de allí su nombre) y su cojera. Representante del pecado y la absolución. Perdió su pierna como absolución de su pecado sexual que condujo al mundo civilizado. Pero más importante, es el dios de los grandes cambios, de los cataclismos: Propició la caída de los Toltecas y luego de los Mexicas. Dios del destino (de allí el espejo, para la catoptromancia, siempre caprichoso y traicionero). Dios de los sacrificios, dios del Logos (aunque se burla de él), de la cultura, en oposición a Quetzalcóatl, dios de la praxis, del trabajo, el metabolismo social.
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