Todo en vano

La obra de Walter Kempowski apenas se está traduciendo del alemán al inglés, y posiblemente ésta sea, por ahora, su única novela disponible en castellano.

La historia de los perdedores, o bien se destruye, o está mal vista. Es el caso de los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. No obstante hay quienes se empeñan en escribirla aún a costa del reconocimiento del gran público. Posiblemente fue el motivo por el que Walter Kempowski no saliera del circuito literario alemán sino hasta poco antes de morir. Justo con esta novela.

Walter Kempowski

Walter Kempowski (fuente)


De adolescente, cuando comenzaba con las grandes novelas, me acompañaba con la enciclopedia Salvat que había en casa. Anotaba en una libreta palabras, plantas, lugares desconocidos. Y cuando hacía una pausa, recorría mi listado abriendo los tomos de la enciclopedia. Ahora he sustituido la enciclopedia con mi teléfono móvil. Ya el primer párrafo situaba la acción en un lugar del que me obligaba bibliografía: Prusia Oriental. Hoy esa región histórica está dividida entre Polonia y Rusia, a decir, el óblast de Kaliningrado, territorio ruso incrustado entre Polonia y Lituania. Prusia Oriental perteneció al Tercer Reich. Kempowski insiste en utilizar los toponímicos prusianos, tal como Danzig en lugar de Gdańsk, Elbing en lugar de Elbląg, o Mitkau, del que no encuentro referencia.

La novela cuenta la historia de una noble familia prusiana, los von Globig y su finca familiar, Georgenhof, durante el invierno de 1945. La familia había venido a menos con la guerra y el padre, Eberhard, estaba emplazado en Italia, mientras su esposa, Katharina, y su hijo, Peter, de doce años, aguardaban en su decadente pero todavía cómoda mansión.

Se acerca el final de la guerra, es decir, la invasión del Ejército Rojo: Figuras pardas como la tierra que pasan encorvadas, como Peter los describía, sin haberlos visto jamás. Por Georgenhof desfilaron una variopinta selección de personajes: un economista, una violinista, soldados, un judío fugitivo, y finalmente una marejada de refugiados huyendo del avance soviético.

De Eberhard solo se sabe por angustiosas y entrecortadas llamadas telefónicas. Katharina es una indolente aristócrata que deja delega totalmente a la servidumbre la organización de la finca; ella se limita a encerrarse su habitación, con una bodega de vinos, dulces y embutidos, escuchando la radio extranjera (cosa prohibida) y leyendo literatura ligera. Es una apática testiga del derrumbe social, incapaz de ninguna determinación. Peter, diría yo, es el protagonista de la novela, un frágil púber engullido por la vorágine.

Así la novela bien puede considerarse un retrato a la sociedad alemana durante el nazismo, particularmente en su caída. Una sociedad que hablaba entre susurros del destino de millones de judíos, pero que preferían silenciar. Si no se habla de algo deja de existir. Una sociedad generosa, aunque deseosa de orden y estructura que el partido proveyó. Pero eran los miembros del partido, los representantes de este orden jerárquico, personajes más mezquinos, pequeños, tal como Drygalski, aunque al final cierra con un heroico gesto de sacrificio personal.

En cuanto al estilo, Kempowski utiliza un narrador en tercera persona, que recoge lo que se oye y se ve cerca de los personajes principales, de quienes adopta casi su punto de vista. Reitera ciertas frases hechas para representar una situación: «Heil Hitler»; la tarabilla de Drygalski: enzeguida; o la fórmula de la tiíta: las cosas no eran tan sencillas. Además el peso de la narración está a manera de interrogantes que se hacen los personajes, preguntas sin respuesta, construyendo así una historia como una casa de naipes: un soplido la derrumbará.


  1. Todo en vano. Walter Kempowski.