Tabula rasa

La marea ya no me arrastró a tu recuerdo,
conjurado por la libertad del abandono.

Fue en esa misma habitación de hotel
donde debí menguar el canto de tu cuerpo.

Pero olvidándome olvidado, me entregué
al perdón de la nostalgia, que me llevaba
a tus playas de rocas salitrosas.

El guía de Dante por los círculos infernales no fue Virgilio. Mintió porque era un caballero. Quien lo tomó de la mano y lo apresuró para internarse en la caverna de los suplicios fue Beatriz, su bella Beatriz. Y es que no hay nada más tentador que el susurro de una mujer implorando: "acompáñame a mi infierno..."

Me tatué las lágrimas del decoro
y cerré el cajón de tu perfume.

Para descubrirme baldado en soledad,
y célibe de la alienación social,
asumí visceralmente mi soberanía.