La razón de las mayorías
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Víctor JáquezEstaba en la preparatoria cuando el maestro de literatura nos dejó leer una obra de teatro de Henrik Ibsen, el famoso poeta y dramaturgo Noruego, llamada "Un enemigo del pueblo". Si mi memoria no me falla, la obra causó una gran impresión en mi joven espíritu rebelde, y versa sobre un doctor en una fría ciudad noruega que vive del turismo, gracias a un balneario de aguas termales. El doctor en cuestión encontró que las aguas traían alguna cosa que podría enfermar a los turistas. Su descubrimiento lo hace saber a la comunidad y pide que se cierre temporalmente el balneario para limpiarlo. El pueblo dice que sí, que lo más importante es cuidar su fuente de ingresos. Sin embargo, el político de la ciudad toma la palabra y les arenga a hacer caso omiso de las observaciones del doctor, considerando que si se cierra el balneario, en la ya próxima fecha vacacional, el pueblo no tendría dinero para subsistir. El doctor replica, pero el pueblo ya estaba enardecido. Me parece que el pobre doctor termina en el destierro.
Esta pieza de teatro me ha parecido una vehículo soberbio para transmitir una poderosa idea: la democracia es imperfecta.
Las mayorías no son pensantes, las mayorías no razonan, las mayorías no valoran en su justa dimensión las cosas. Y por lo tanto, las mayorías no detentan, por la simple razón de serlo, la verdad.
Sin embargo, debo subrayar que esto no demerita a la democracia como forma de asignar el poder. La democracia es la mejor forma de gobierno conocido hasta ahora por el hombre. La democracia permite que las mayorías asignen el poder de manera representativa, utilizando un complejo sistema de peso y contrapesos para limitar el poder otorgado. Pero también es nuestra obligación reconocer sus limitaciones.
Con todo lo anterior, mi intención es decir que el argumento, que me ha dicho tanto Joshua en un contexto, como en mentado Paco en otro, de que por ser mayoría se tiene la razón, es una falacia. Ser mayoría no equivale a tener la razón. No es un argumento válido. La razón se busca con la discusión y la meditación, confrontando la ideas, pero jamás metiéndolo en el lecho de Procusto. Es más, podríamos ir más allá, pensando que cerrar una discusión así, equivaldría a un fundamentalismo casi religioso.