Competitividad y Louise Glück

Primos

Mi hijo es un agraciado; su armonía es perfecta.
No es competitivo, como la hija de mi hermana.
Día y noche, ella no deja de entrenarse.
Hoy, lanza bolas de goma contra el haya,
las recoge, las vuelve a la lanzar.
Después de un rato, nadie la mira.
Si fuera más fuerte, el árbol estaría pelado.
Mi hijo no quiere jugar con ella, no quiere montar con ella en bici.
Ella lo acepta; está acostumbrada a jugar consigo misma.
No se lo toma como algo personal:
alguien que no juega es alguien a quien no le gusta perder.
No es que mi hijo sea un inepto, que no haga bien las cosas.
Le he visto correr en competiciones; lo hace naturalmente, sin esfuerzo.
Desde el principio, se coloca en cabeza.
Y entonces para. Da la sensación de que ha nacido para rechazar
la soledad del vencedor.
La hija de mi hermana no tiene ese problema.
Puede muy bien ser la primera: ya estaba sola.