Je suis Ferdinand Bardamu

Ayer vi An Elephant Sitting Still, opera prima e ultima de Bo Hu, quien se suicidó poco después de terminar la película. Gracias al resfriado pude sentarme las cuatro horas que dura. Cuatro horas de nihilismo en vena. El mentor de Bo Hu fue el director húngaro Béla Tarr, y se refleja en las tomas largas y escaso diálogo. (Algún día veré las siete horas que dura Satantango, de Bela).

La película refleja la vida sin expectativas de cuatro personajes en una ciudad industrial, al norte de China, con el frío invierno como telón de fondo. Para ellos la vida se define como decadencia constante hasta la muerte; destinados a cometer cada vez errores más terribles, más insalvables, que nos conducen a un destino de degradación moral y social. Aislados, ateridos, esperando la justicia que jamás llega.

Me sorprendió la casualidad de cómo esta película conecta con la novela que terminé la semana pasada, Voyage au bout de la nuit, de Louis Ferdinand Céline. Su protagonista, Ferdinand Bardamu, cuenta sus peripecias desde que se enrola en el ejército Francés, y participa en la carnicería que fue la Primera Guerra Mundial; el hospital mental donde fue internado luego de ser herido en la guerra; su fuga al África como colono comercial, para volver a fugarse, ahora a Estados Unidos; su retorno a Francia, donde terminó la carrera de medicina y, la segunda mitad del libro, sus días en París como médico mediocre y cobarde, en un barrio miserable y periférico.

Céline, a través de Bardamu, nos dice que la vida es una larga noche que hay que recorrer, sin mucha más razón que la de un imperativo biológico. Andar esa noche intentando no vomitar, por mucho que asqueen los hechos atestiguados.

En el fondo, para todos nosotros, se trataba de vivir una hora más, y una sola hora en un mundo en que todo ha quedado reducido al crimen ya es algo extraordinario.

Céline denuncia el patrioterismo de los gobernantes que mandan matar y morir en nombre de ese concepto, Patria. Esto fue escrito hace casi cien años:

Se mentía rabiosamente más allá de lo imaginable, mucho más allá del ridículo y del absurdo, en los periódicos, en los carteles, a pie, a caballo, en coche. Todo el mundo tomaba parte. Se trataba de ver quién mentiría más enormemente que otro. Pronto, ya no hubo verdad en la población.

Retrata la mentalidad colonial del blanco en el África profunda. Intentando imponer comercio a donde no se le llama. Negros y blancos incapaces de comprenderse, pero los blancos con la convicción, moral y religiosa, "civilizatoria". En última instancia, para colonos y colonizados, sus días tornan en depravación y enfermedad: A 37° todo es vulgar.

Tanto para Céline, como para Bo Hu, el individuo carece de libre albedrío, es simplemente compelido a actuar bajo la fuerte presión en la que se mueven sus personajes. Cuando meramente se sobrevive, elegir es poco menos que un mito.

Tener confianza en los hombres equivale a dejarse matar un poco.
La juventud fue a morirse al fin del mundo en el silencio de la verdad. ¿Y dónde ir, te lo pregunto, en cuanto no tienes cantidad suficiente de delirio? La verdad es una agonía que nunca se acaba. La verdad de este mundo es la muerte. Hay que escoger: morir o mentir. Yo nunca he podido matarme.

Bardamu llega a Nueva York, a un mundo hipercomercializado (Nada se puede escapar al comercio americano), donde las personas dejan de serlo para convertirse en maniquíes de aparador. Sus relaciones sociales mutan en relaciones entre mercancías con vida propia. El fetichismo que enuncia Marx doscientos años atrás. Vuelve a huir Bardamu, ahora a Detroit, en busca de un empleo fácil. Se topa con el embrutecimiento del obrero industrial, reemplazable y perecedero. Más embrutecidos cuanto más felices se creen. Dedicados al consumo como ocio.

La belleza es como el alcohol o la comodidad, uno se acostumbra, ya no presta atención.

Ambos, Céline y Bo Hu, insisten en que no importa cuánto viajemos, la degradación humana es la misma en todos lados. No hay paraíso en ninguna geografía. Lo posible, lo que está en nuestra manos, está en donde nos encontremos. No allá, lejos.

El viaje es la búsqueda de esa nada, de ese pequeño vértigo para bobos...

Literariamente, Céline inaugura una forma de escribir vulgar, dialogada, poco literaria para su época. De él bebieron toda generación Beat, Burroughs, Bukowsky, etcétera. Céline habla de las miasmas sociales desde ellas, sin edulcorar.

Louis Ferdinand Céline.

Louis Ferdinand Céline. (Fuente)

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