Mise en abyme

«Mise en abyme» es una técnica artística que consiste en imbricar un tema dentro de otro tema, y así sucesivamente, como el efecto de espejos «puestos en abismo».

Es fácil acercarse al anarquismo desde la ingenuidad (hasta cierto punto necesaria) y reclamar el derribo de las jerarquías, así como la extinción del Estado; pero resulta casi imposible imaginarse uno mismo sin ellas. En eso tal vez consiste la Revolución (anarquista) tras la revolución (socialista): prefigurar lo actualmente inimaginable, algo muy parecido a perderse en el abismo.

Digo esto porque percatarse de esta dificultad es ya en sí algo que no es evidente en la superficialidad del sentido común. ¿Qué implica imaginarse la vida anarquista? Pienso primero en la pérdida del paraíso después de la muerte si uno se porta bien en vida. Porque la idea de la vida después de la muerte, en las religiones instituidas, es de orden jerárquica y Estatal, así como su moral heterónoma a la que resulta tan fácil someterse en cuanto aparecen dudas y titubeos existenciales. Es la desaparición de los caminos hechos, de los guías, gurús y coaches; es derogar vocaciones, títulos (universitarios, de nobleza, estado civil, laborales) y especialización.

Partimos de que tenemos una comprensión exageradamente estructurada y estanca de la realidad, y usualmente asumimos que siempre ha sido así. El desarrollo científico y la historia de la filosofía tal como se nos presentan académicamente, no es sino una reformulación moderna de un supuesto desarrollo lineal del pensamiento. Mas, si viajáramos en el tiempo a un momento concreto no encontraríamos esa manera de pensar tal como se nos dijo apareció, sino un amasijo caótico de ideas in illo tempore.

La ciencia moderna, la filosofía contemporánea, la vida religiosa y modélica, no existirían como tal sin jerarquías y orden estatal. Es decir, no pensaríamos como lo hacemos en la actualidad. El escollo es, creo yo, la comodidad que nos otorga ese orden. Ordem e Progresso, lema del Estado brasileño. Porque podemos delegar a otros parte de la responsabilidad de nuestras propias vidas. No tenemos que ir a juntas de gobierno municipal y de barrio después de trabajar ocho horas. No tenemos que quemarnos las pestañas con un montón de libros para permitirnos admitir que pensamos con cierta independencia; ni tenemos que aprender lógica y retórica para concedernos debatir con nuestros iguales de manera eficiente y honesta.

El ser social, que es nuestra consciencia individual, se nos presenta de inmediato (sin mediación), organizada, ordenada, jerarquizada, predeterminada, y solo nos queda tirar del hilo para tener una vida justa, porque la merecemos sin más. Y toda esa configuración viene dada, por la jerarquía y el orden Estatal (así como por estructuras supra-estatales tales como capitalismo, patriarcado, racismo, etc.).

Gritamos entonces desjerarquicemos la ciencia, las relaciones, el amor. Aprendamos del rizoma, como la zarza, que no tiene una única raíz, ni estructura rígida: sus extremidades pueden convertirse en raíces y una raíz, arrancada, puede dar fruto. Pero esa imaginación es contra-natura para nosotros. Es asomarnos al abismo hasta que nos devuelva la mirada. Implica que todo lo sólido (aquello que nos constituye) se desvanezca en el aire. Esa es la Revolución preconizada aunque inimaginada todavía por las mayorías, porque, lamentablemente, sus aproximaciones han resultado siempre de naturaleza reaccionaria y regresiva, esencialista: volver a un pasado puro y glorioso. Tabula rasa para poner, a final de cuentas, otro orden jerárquico y Estatal.

Con inimaginada no quiero decir inexistente. Ya ha germinado y se está desarrollando, pero a pequeña escala, vanguardias, en las grietas del sistema, en los intersticios de la sociedad, como en el movimiento zapatista, las cooperativas u otros movimientos sociales que proponen nuevas formas de organización, producción y consumo.

El futuro no puede permitirse la ingenuidad ni la falsa comodidad.

Tarde de otoño

Tarde de un otoño inhóspito


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