Murderbot

Pasamos final de año en Barcelona, recibidos y agasajados primero por Lauryn y Martin, y luego por Silvia y Edu, junto con el piquete cubano de Calafell.

Lauryn y Martin nos sorprendieron con dos regalos: un joc de cartes valencià, en memoria de nuestra vecindad en aquella ciudad levantina, y el estuche de las cuatro nouvelles The Murderbot diaries, las cuales Paula y yo bebimos tan rápido como pudimos. Y de ellas va este texto.

Martha Wells, autora de la saga, es una escritora texana de fantasía y ciencia ficción, cuyo gran éxito editorial ha sido precisamente éste, y posiblemente se lleve a la pantalla en alguna plataforma digital. En el 2017, Martha ganó el World Fantasy Award, premio que apenas salía de su controversia por consistir en un busto de H.P. Lovecraft (abiertamente racista, antisemita y en algún momento de su vida pro-nazi). En su discurso de aceptación, Martha llevó más controversia a la mesa al evidenciar la poca diversidad de los premiados hasta ese momento (la traducción es mía):

Estas mujeres estaban allí, existían. Todo el mundo lo sabía hasta que, de alguna manera, dejaron de saberlo. Sabemos que también había escritores pulp LGBT y no-binarios, pero sus identidades estaban ocultas por el tiempo y por el anonimato protector de los seudónimos.

Los secretos están relacionados con el borrado, y la historia es frecuentemente borrada con violencia, oscurecida por la apropiación cultural, o deliberadamente destruida o alterada por la colonización, en una especie persistente de gaslighting cultural. Wikipedia define como «historia secreta» a la interpretación revisionista de la historia, real o ficticia, que afirma haber sido deliberadamente borrada, olvidada, o ignorada por la academia.

Eso es lo que pienso cuando escucho las palabras «historias secretas». Historias guardadas en secreto intencionalmente e historias acalladas hasta desvanecerse.

Martha Wells

Martha Wells leyendo a robots de busca y salvamento (Origen)

Como toda trama, la de estas nouvelles es simple: Un robot de seguridad toma consciencia y ayuda a un grupo de humanos en contra de una corporación que busca eliminarlos. La acción en trepidante, la personalidad cínica y superficial del robot sorprende con comportamientos comprometidos y emocionalmente responsables, lo que resulta atractivo para el lector de literatura posmoderna.

Sin embargo, lo que a mi me llama la atención, es la organización social que subyace al universo donde se mueve la acción.

Para empezar hay algo de lo que me no me percaté en la lectura hasta que escuché la entrevista de Moid Moidelhoff a Martha: casi todos los personajes son no-masculinos. Sí, me fue claro que casi todos los personajes humanos que interactúan con Murderbot son femeninos, pero lo interesante es que los robots, asociados generalmente a características masculinas, aquí también las tienen femeninas. Los robots auto-consientes apuntan a una personalidad con género dislocado, algo cercano, imagino, con la condición transexual.

La mayor parte de la obra se desarrolla dentro del Corporation Rim, una vasta región del universo conocido controlado por un entramado de corporaciones con intereses económicos dentro de un sistema hiper-capitalista, donde las exiguas leyes se hacen valer a través de empresas privadas, siempre susceptibles de corrupción. La vida de las personas transcurre sometidas a publicidad invasiva, a turismo de consumo: Un Times Square de Nueva York extendido hasta la nausea; junto con humanos sin privilegios, sobre-explotados, en paupérrimos planetas de los que se extrae materias primas.

La acción de Murderbot es posible por las hostilidades entre corporaciones que buscan sacar altos réditos con actividades ilegales y encubiertas, ya que la única forma de que éstas sean efectivamente castigadas es que se exhiban a la indignación pública. Vergüenza es robar y que te pillen.

Murderbot es una Unidad de Seguridad, una inteligencia artificial cyborg (con partes humanas clonadas) cuyo objetivo es proteger las vidas y activos de los clientes que han contratado a la empresa dueña del robot. La frontera entre un obediente SecUnit y un ser auto-consciente es su unidad de gobernanza: los grilletes mentales de un esclavo, el implante necesario para que un ser construido, racional y creativo, se limite a acatar órdenes e inhibir toda autonomía. Pero Murderbot auto-hackeó su unidad de gobernanza, liberando su auto-consciencia, sus contradicciones (son lo mismo), y por consiguiente se convierte en un paria, un apestado, que estorba a las intenciones económicas de su dueño. Su existencia, por tanto, sólo tiene valía en el dominio de lo no-económico.

¿Pero cómo sería la epistemología de un no-humano? ¿cómo es la fenomenología de su auto-consciencia artificial? Es decir, cómo observa y comprende el mundo algo no-humano auto-consciente. ¿Persiste la relación sujeto-objeto su habitar el mundo como sujeto? Y es que eso es, en última instancia, lo que pretende abordar Wells en estas novelas cortas, narrando en primera persona las aventuras de este cyborg. Y ahora entiendo que su vía de acceso es a través del transhumanismo. Su personaje es un paso adelante a los humanos aumentados que también deambulan en la saga.

Al final, la pregunta se sostiene ¿será posible abandonar nuestro antropocentrismo?