Voy a permitirme la osadía de transcribir el poema a este espacio, para compartirlo con ustedes. Me gusta leerlo en voz alta, me gusta distinguir mi ya licuado acento mexicano. Me hace lamentarme de la situación que vive el país, pero también me regala una luz de esperanza que reside en alma del pueblo mexicano, que será capaz de organizarse y echar al gobierno fermentado que tenemos, a las instituciones podridas, a la justicia calcárea, y finalmente tomar las riendas de nuestro destino.
¡Agáchate, cabrón!
¡No dejes caer la cámara, el celular, la memoria, la rabia!
¡Cúbrete!
¡No te acostumbres a los muertos, a los guachos apuntándote
en la calle, a los politicólicos en la tele diciendo
en algo andaba, era un ajuste de cuentas!
Ni madres, cabrón, pero ¡agáchate!
tampoco es para que te avientes a lo güey
y termines desayunando una ráfaga.
Lo primero es tragar tierra, mano, y esquivar a las balas.
Bien, güey, ¿estás bien?
¿No te volaron los sesos, los ojos, el asco?
¿No te han pegado ningún tiro en el estomago,
la pierna, el aliento, la hermandad?
Mírame, concéntrate, ¿puedes ver todavía?
¿Cuántos dedos ves? Escucha, güey, contéstame,
¿Cuántos masacrados van en el sexenio? ¿En el año?
¿En el día, cuántos van? ¿En el mañana encajuelada?
¿Cuántos puedes nombrar?
Pero, ¡agáchate!
¡Cuidado con las cifras!
Cuando estallan los porcentajes
las esquirlas no dejan de volar nunca.
Mira cómo se desfilan
los desaparecidos, los dolidos, los espantados,
los destruidos, los muertos de hambre, los huérfanos,
los desposeídos, los rendidos, los tristes, los olvidados...
todos,
"los menos."
Pero mide bien las distancias, carnal.
Ve, tendrás que correr de esta
esquina hasta el otro año. Por lo menos.
Ya sabes que por este barrio anda la merísima chingada
tanto motorizada como trajeada,
y abren sus grietas en plena calle
sin ningún aviso y así nomás caes en las estadísticas,
mandando tus familiares al tour nacional
de los morgues.
Oye, pero, ¿de qué marca es la impunidad cuando resulta de
tan alta calidad?
¡No mames, güey, guarda la fusca! ¿Qué vas a hacer
con una pinche pistolita frente a cuarenta cabrones con ametralladoras?
Tal vez si estuviéramos organizados como los compas en el sur,
pero aquí no, y es eso lo que nos hace falta,
organizarnos, pero ¿cómo, con tanto plomo en el aire,
con tanta saña polarizada, con tantos siglos en el ahorita?
¿Dónde empezar? ¿De dónde agarrar
cuando el silencio cobra en sangre,
cuándo la televisión te corta cartucho, el chavito de la esquina
te delata, y el presidente sólo te regala un ramo de cuernos?
Ni modo, mi buen, tenemos que arriesgarnos.
Corre en zigzag, güey, agáchate bien,
evita, sobre todo, esos charcos aceitosos de cinismo en el piso,
agárrate del verbo, no te sueltes del asco,
acuérdate, siempre, acuérdate que estás en tu casa.