Baurdzhán Momish-Ulí

Compré el libro por dos euros en un puesto de vestíbulo en un centro comercial. Era miscelánea: recetarios de cocina, colecciones del litografías, insufribles volúmenes de auto-ayuda. Sin embargo, el símbolo de la estrella del Ejército Rojo, con su hoz y su martillo en la portada, capturó mi atención. Saqué el móvil para wikipediar al autor: Alexandr Bek. Reputado escritor soviético, cuya obra más reconocida es precisamente la que tenía entre mis manos: La carretera de Volokolamsk. Obviamente, lo compré.

Inmediatamente di una cata: prosa sencilla, espartana; sin descripciones, sólo diálogos directos. Lo esperado en un militar. Así que dejé el libro para cuando necesitara un descanso literario. Y justamente, después de Argüelles, tomé un libro de filosofía y no pude pasar de la quinta página. Era momento de un descanso, de leer al camarada Алекса́ндр Бек.

No obstante, la edición resultó horrorosa, un insulto, con erratas página sí y página también. Pero mi prurito pudo pasar por alto aquello, bastándome el domingo pasado y la tarde de ayer martes para acabarlo. De esos libros que atrapan y te hacen decir "otro capítulo y paro".

La novela cuenta, en primera persona, las experiencias de Baurdzhán Momish-Ulí durante la Batalla por Moscú en la Segunda Guerra Mundial. Aunque la historia comienza, como todas las historias de acción, desde que Iván Vasílievich Panfílov, el general responsable de la defensa de Moscú, recluta al kazako Baurdzhán, como jefe de un batallón inexistente, y le ordena formarlo, entrenarlo, endurecerlo y aguardar a la batalla.

Baurdzhán Momish-Ulí

Baurdzhán Momish-Ulí (fuente)


Iván Vasílievich Panfílov

Iván Vasílievich Panfílov (fuente)

En sólo tres meses reclutó al batallón en Alma-Ata, Kazajistán. Baurdzhán, a quien sus soldados llaman Aksakal, que en kazako significa "barba gris", que es la forma como se dirigen al más viejo del clan, nos cuenta los retos que tuvo que sortear para impartir instrucción militar a grupo de reclutas sin experiencia ni vocación de armas. Nos comparte lo que hizo para hacer de ellos una maquina de guerra. Al final seguían órdenes sin chistar, se acostumbraron al esfuerzo sin queja. Baurdzhán, bajo la tutela de Panfílov, comprende que un soldado no debe ufanarse por morir por la madre patria, sino matar al mayor número de soldados enemigos y vivir un día más para repetir la hazaña. Aunque para esto es indispensable honor y valentía, inevitable contradicción (sí, igual que en la película de Paton).

La segunda parte de la novela narra las batallas contra los nazis: soldados mejor equipados, mejor entrenados, con tanques Panzer, aviones de reconocimiento; batallones capaces de avanzar, en formación, cien metros por minuto: la Blitzkrieg. Pronto Baurdzhán reconoce que, como Jefe de Batallón, la guerra es un asunto psicológico: en primera instancia, convencer a sus soldados que son capaces de matar a esos poderosos teutones, despojarlos del complejo de inferioridad e infundirles la confianza necesaria para que, con disciplina, creatividad y valentía, asesten golpes determinantes a sus atacantes. También, es una guerra psicológica para él, que debe ponerse en la piel del estratega enemigo y así adelantarse a sus movimientos, aprovechando la ventaja del terreno.

El propósito de la división de rifleros de Panfílov en la vanguardia, no era detener el ataque alemán, sino retrasarlo, ganar tiempo para el arribo de la tropa profesional proveniente del extremo oriente. Es decir, el batallón de Baurdzhán, y el resto, emplazado a las afueras de Moscú, eran simple carne de cañón.

Los batallones a los flancos del de Baurdzhán son despedazados. Sin embargo, el suyo se mantiene firme, asestando severos golpes a la movilidad teutona, hasta recupera artillería abandonada por uno de los batallones vencidos. Pero en poco tiempo son rodeados. Entonces, empleando al máximo a su tropa, gracias al mero entusiasmo de las victorias obtenidas, realiza una formación en diamante para avanzar por la retaguardia del frente alemán, rompiendo el embolsamiento, regresando, con pocas bajas, a Volokolamsk, donde estaba instalado el cuartel de Panfílov.

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