Credo

Creo en una sola Sustancia que compone al universo (res extensa). Existe en diferentes determinaciones con múltiples propiedades, entre ellas, pensar (res cognita). Y no hace más que pensarse y modificarse a sí misma.

Por tanto, no creo en un dios ni creador ni personal ni trascendente. Dios no crea, es; no es externo ni diferente, ya que todo —incluyéndome— es parte de Natura, su alter ego. No hay plan divino, ni indulto ni condena. La historia es resultado de la Sustancia actuando reflexivamente sobre sí misma, como dibujando una espiral. El dualismo (separación mente-cuerpo, sujeto-objeto) es una percepción insuficiente.

Creo, no obstante, que la propiedad emergente de autoconsciencia en la materia es incapaz de abarcar su misma totalidad. Aunque esa sea su pretensión eterna, jamás se aprehenderá por completo.

El pensamiento concibe y coloca conceptos sobre la realidad percibida, y enfrentados, valida su eficacia, a decir, su capacidad predictiva o paliativa. Toda comprensión es provisional, sostenida mientras sea conveniente para los propósitos determinados por el contexto histórico. Podemos producir religiones, mitos, ángeles, demonios, etcétera, que resultan útiles al adecuarse a una situación concreta, ya que mejoran las condiciones materiales de subsistencia. Pero serán, antes temprano que tarde, superadas.

El conocimiento y sus técnicas nunca son imparciales, pero sí reemplazables, aunque no sabremos a priori si a mejor. Esa es la falacia del progreso, arma del poder para justificar el aniquilamiento de alteridades.

La Verdad, con mayúscula, como totalidad, se evade. Nos atenemos a máscaras que llamamos verdades (con minúscula), para tener donde asirnos y no desesperar ante el fantasma del nihilismo. Pero tampoco podemos empuñar esas verdades como faro único. Lo empuñado es el reclamo de justicia, de condiciones materiales necesarias para vivir todos, que son producidas socialmente aunque privatizadas por unos pocos.

Baruch Spinoza

Baruch Spinoza (origen).