En el corazón de la novela modernista

Otros tres. Estoy leyendo más. Al menos en relación con la frecuencia con que actualizo este espacio. Intento expandir el estómago, aprendo a digerir alimentos más complejos y pesados.

En mi aventura de leer «A la busca del tiempo perdido» encontré, en una visita navideña a mi librería favorita de Barcelona, La ciutat invisible, un libro de Gilles Deleuze sobre la obra de Proust. Fue mi primer degustación directa de Deleuze y fue una suerte toparme con él ya que me ha dado otras perspectivas de la obra, sobre todo la global, ha decir, toda intención de captar una totalidad en ella es imposible. La obra es una máquina literaria que contiene, a su vez, tres máquinas parciales e interdependientes, cada una produciendo constantemente interpretaciones de los signos que le presentan al narrador, con el fin de capturar la verdad, que, sin embargo, es siempre elusiva y cambiante. Los signos son emitidos por personajes, lugares, obras, circunstancias que rodean al protagonista. Cada una de las tres máquinas corresponde a un nivel de abstracción: el primero corresponde a reminiscencias y esencias: la esencia de un hecho se impregna a nosotros aunque a nivel inconsciente, sólo torna consciente cuando su reminiscencia se presenta de nuevo al coincidir con la realidad actual: la clásica magdalena que contiene toda su vida en Combray. El segundo y tercer nivel están relacionado con el arte, que es la única forma de aprehender una verdad, deducir una ley general de vida, a partir de placeres y displaceres, y que son, en su conjunto, el tiempo perdido. El último nivel es el del gran arte, el de la vida y, por supuesto, la muerte, la del tiempo recobrado constituida por la meditación del tiempo perdido.

Pero tal vez de lo que me quedo con Deleuze es el propósito de la filosofía: la de irrumpir el pensamiento, empujarlo, lanzarlo fuera de su órbita acostumbrada. Pensar para hacer pensar.

Gilles Deleuze

Gilles Deleuze (Origen)


Virginia Woolf, Marcel Proust y James Joyce son los grandes del modernismo literario, cuya pretensión es la de capturar la totalidad del sujeto moderno, a sabiendas de su imposibilidad, porque carece de ethos, en constante cambio y transformación, aunque sin destino. Sus obras reproducen la angustia de ese constante aprendizaje de interpretación, reajuste, readaptarse, para llegar a ningún lado.

«Al faro» es la segunda obra que leí de Virginia Woolf, después de «Una habitación propia». Una de las cuestiones más problemáticas es la de su traducción. Hay muchas y cada una intenta traer al castellano alguna de las cualidades de la prosa de Woolf. El problema es que ésta, en inglés, es única y original, da la sensación de estar incompleta, aunque ortográficamente correcta, entonces una traducción literal al castellano sería ilegible, pero enmendarla acabaría en otra obra. Debemos entonces elegir con cuántas puñaladas nos quedamos a la hora de elegir la traducción.

Traducción, traición y tradición comparten la misma raíz etimológica: mover o traspasar.

Toda traducción es una traición. Toda tradición es traicionera.

Al respecto de la novela tomé algunas notas que reproduzco:

El mago que hace posible la obra es el narrador. Es un narrador omnisciente, pero psicológicamente consciente, entra a la mente de los personajes principales y nos cuenta sus pensamientos (racionales y filosóficos) más íntimos (esa es su apuesta: la intimidad -es decir, la emoción- es racional). Hay un protagonista, la señora Ramsay, y son sus pensamientos el vórtex donde el pensamiento del resto de los personajes giran alrededor. El mecanismo con el cual el narrador brinca de la mente de un personaje a otro, es el de un agente patógeno que viaja de huésped en huésped, para así exhibir sus pensamientos, es a través de lo material, lo fáctico. Ascenso de lo abstracto a lo concreto: el pensamiento abstracto de la Sra. Ramsey se desarrolla frente al lector cada vez más abstracto, pero asciende de nuevo a la realidad, al hecho concreto y material de la escena, donde interactúa con otro personaje, aunque sea con una mirada, a distancia, y entonces el narrador patógeno brinca a ese otro personaje que también participa de esa interacción, y de nuevo desciende a lo abstracto de su pensamiento, pero jamás alejado de las profundidades que se desarrollan en la consciencia de la señora Ramsay. Esté ella o no. Lo material (lo más concreto posible) es el vinculo exterior entre interioridades.

Virginia Woolf

Virginia Woold (Origen)


Iré a la presentación de Alejandro Zambra de su último libro mañana, en A Coruña. Pero, como bien dijo Dores, para no llegar secos, había que beber alguna muestra de su trabajo, y «Bonsái», al ser breve y consistente, resultó la apuesta más segura.

Es metaliteratura. Novela sobre la construcción de una novela (Bonsái), cuyos personajes son constructores accidentales de ella (de ambas). Nada le sobra. Es el resumen de una novela, donde los detalles son tan innecesarios como inciertos. No estamos seguros ni de cómo se llaman los personajes, porque realmente no importan, lo importante es la literatura que crea literatura.

Alejandro Zambra es el escritor estrella contemporáneo de Chile.

Alejandro Zambra

Alejandro Zambra (Origen)