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Víctor JáquezEste fin de semana ha sido, en comparación con los anteriores, bastante intenso. Ya es tarde y estoy cansado, así que me limitaré a una breve enumeración de hechos.
El viernes comenzó con la consabida ida a la junta del GulTec donde Sandino hizo la siguiente entrega de sus charlas sobre Python. De ahí nos fuimos a la ExpoTec, que una exposición que organizas las asociaciones estudiantiles de cada estado de la república y demás países que tengan alguna asociación organizada. Había gente de El Salvador, Bolivia, pero no de Guanajuato. Hay tres opciones: o la gente mi estado está muy jodida y no pueden ir al ITESM a estudiar, o ya están tan acaudaladas que prefieren otras opciones como el extranjero, o simplemente son tan huevones que ni un pinche stand pueden poner. Personalmente me inclino por la tercera. En la expo había puestos de comida, que las mismas asociaciones instalaban para degustar su comida típica. Muy lindo, ¡pero los precios eran exorbitantes! Así que rascándole aquí y allá, conseguí comer un par de cosas, variadas y lo más económicas posibles.
Después del paseo multicultural y de engentarme al grado exasperación, nos fuimos al Das Bierhaus más cercano. Fausto, Sandino, Adrián y un servidor comenzamos el antiquísimo ritual de la libación cervecera del viernes por la noche. Habiendo gastado cada quien cien pesos en cerveza, decidimos irnos a La cantina, lugar que por su inmundicia y buenos precios, se ha ganado nuestro corazón. En el camino Sandino prefirió cortarse y lo botamos en algún basurero cercano al metro. El problema fue que cuando llegamos ya había cerrado la cocina y no pudimos botanear con los camarones empanizados de veinte pesotes. Más rondas de cerveza, ahora en botella, a diferencia del Das que fueron de barril. Luego Fausto nos fue a botar. Adrián decidió quedarse en la casa, dado que el plan para el sábado era ir, junto con Sandino, a la Feria Internacional del Libro. No obstante, no nos bajamos en la casa, sino un poco antes, en el Barrio Antiguo, donde nos encaminamos hacia el Café Iguana. Otra ronda de cervezas. Ya pedón, nos fuimos a sentar en una coqueta mesa sobre su espacio al aire libre. Craso error. Apenas iba poniendo mis reales nalgas sobre la silla, cuando, por el rabillo del ojo, vi acercarse a dos pendejos trenzados y fueron a caer justamente sobre mi mesa, mi silla y parte de mi pobre cuerpecito. Como pude me incorporé empujando los miembros que me encontraba y me impedían levantarme. Rápidamente llegaron los changos encargados del lugar (unos simios vestidos de oberol naranja) y los separaron. Al tipo gordo lo sacaban, mientras que el tipo pelón era tratado con mayor deferencia. Ya en el corredor de la entrada, los puños volvieron a centellear, entonces los naranjos inmovilizaron en el suelo al gordo, mientras que el pelón se daba gusto soltándole coces con la más despreocupada cobardía. Finamente, cuando pidió esquina el gordo y lo sacaron, el rapado dejó de pegarle y se regresó al bar tranquilamente. ¿Este primate superior rapado sería influyente en el lugar? Misterios de la vida.
Al día siguiente nos fuimos a la Feria del Libro. El lugar fue en un amplio salón de Cintermex. El lugar era enorme, lleno de grandes stands representando a diversas editoriales. Sin embargo hay que mencionar antes que el mismo Centro de Negocios albergó una convención de frikis, de esos que juegan a las cartas con monitos y luego se disfrazan como caricaturas asiáticas. Esa subcultura es bastante popular entre los adolescentes confundidos. Ahí descubrí una nueva especie: los gays darketos/góticos. Una caterva de quimeras, vestidos con faldas/shorts negros, botas industriales, pelo largo y ensortijado, pintado en algunos, maquillados con un toque femenino muy patente y blusas de cuero ajustadas con escote y gabardinas. En pocas palabras: todo un espectáculo. Y bueno, los adolescentes andróginos pululaban como bichos raros que se encontraban con sus semejantes.
Ya en la feria yo estaba como niño en dulcería: libros y libros de todos colores y sabores. Sin embargo los precios no eran los que yo esperaba. Y quise refrenarme, pero al final terminé acuchillando a mi tarjeta de crédito con mil brocas en papel y tinta. Bukowski, Freud, Borges, Camus, Kierkegaard, Burroghs, Erasmo de Rotterdam fueron los autores seleccionados. Una colección algo ecléctica, pero muy antojable. Como todo niño, quería una probadita de cada bizcocho.
De vuelta a la casa y con poco ánimo para programar, decidí irme al cine después de devorar mi famoso spaghetti. Fui a ver Chinjeolhan geumjassi, o, para los ignorantes que no saben koreano, como yo, Lady Vengeance. La película es una joyita, comenzando por su protagonista Lee Yeong-ae, cuya belleza me ha dejado una profunda huella. Y la película.... bueno, ¿qué decir? El final me pareció excepcional, a pesar que me costó trabajo seguir la secuencia de la historia.
Finalmente el domingo fue día de recogimiento y trabajo. Y precisamente me puse a trabajar en SiCaPoP, haciendo una revisión de las funciones almacenadas. ¡Dios! 25,000 líneas, y gran parte de ese mazacote son copy&paste. ¡Gente! ¡piensen! ¿Qué pasa si encuentran un bug en su código? Lo corrigen ¡pero seguramente ya olvidaron dónde hicieron copy&paste de ese mismo código y el bug persistirá! Y luego, a mi me parece inconcebible tener código de presentación (reportes) como funciones almacenadas de la base de datos, además del código duro por todas partes, lo que complican la transportabilidad de código enormemente. Esa cosa es inmantenible en conclusión. Por otro lado, muchas de las funciones almacenadas que realmente hacen cosas interesantes, tienen más de 70 líneas de código... eso es inservible, porque son completamente ilegibles, incomprensibles. ¿En clase nunca vieron el "divide y vencerás"? Por otro lado, me parece una barbaridad que muchas de las funciones estén hechas con ciclos que recorren registros. El mundo procedural y el mundo relacional son distintos, y es un problema cuando llegamos con la mente cuadrada que a huevo metemos ideas procedurales en el mundo relacional. Si estamos en el mundo relacional, pensemos de manera relacional. ¿Qué ganan teniendo ciclos de hasta tercer anidamiento? ¡Pues algoritmos con complejidad cúbica! y para acabarla de chingar, metidos en un servidor... ¿qué pasar si dos o más usuarios mandan llamar esas funcioncitas de complejidad cúbica? Olvidemos que el servidor existe y que la aplicación funciona. Boyce Codd diseñó muy bien estas cosas y los que escriben los manejadores de bases de datos trabajan muy duro para que el procesamiento de registros sea lo más optimizado posible, siempre y cuando hablemos correctamente el lenguaje del mundo relacional...